El Real Valladolid sumó un punto en Valencia y, probablemente, mandó al paro a Marcelino. Bueno. Pero el resultado es entre engañoso y falaz. El equipo de Sergio no mereció puntuar en Mestalla, en el que soltó un partido lamentable. Poco sólido atrás, sin conexión ... alguna en ataque, con la mayoría de los jugadores deambulando por el campo. Dejándose el alma, sin duda, pero con un nivel de acierto mínimo. Baste decir que el Pucela disparó una vez entre los tres palos: el gol, golazo antológico de Alcaraz. Pero nada de ello hubiera valido mucho si antes Masip, San Jordi, no hubiera detenido un penalti y el posterior disparo de Santi Mina.
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El fútbol tiene estas cosas, y goles son amores. Otras veces mereció más el Pucela y no lo obtuvo.
Valencia
Neto, Gayá, Paulista, Garay, Piccini, Cheryshev (Kang-in, min. 88), Parejo, Wass Coquelin, min. 57), Carlos Soler, Santi Mina (Gameiro, min. 80) y Rodrigo
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Real Valladolid
Masip, Moyano, Olivas, Calero, Nacho, Alcaraz, Anuar, (Míchel, min. 66) Keko (Antoñito, min. 59), Plano, Toni (Cop, min. 78) y Ünal.
Goles 1-0, min. 71: Parejo, desde dentro del área grande a pase de Soler. 1-1, min. 83: Alcaraz, de falta directa
Árbitro: Iglesias Villanueva. Amonestó a Plano, Calero, Nacho y Alcaraz (que se perderán el próximo partido de Liga), Ünal, Parejo, Coquelin
El Real Valladolid ofreció en el primer acto la misma imagen que en Getafe. Más allá de primeras o segundas unidades, lo cierto es que el equipo está en el peor momento de la temporada. Sin ligazón, sin claridad en la salida, sin ideas para construir juego... Ni un disparo a puerta ni una ocasión de gol ni un casi que llevarse a la boca... Desde la óptica de un valenciano los morados serían un equipo pastoso e incómodo, pero desde la orilla del Pisuerga se añoraba, y mucho, ese equipo alegre, corajudo y seguro de sí mismo. Quizá es que las victorias de Rayo y Leganés habían introducido un plus de miedo, porque el grupo era reconocible en lo identitario, no en lo futbolístico.
La presencia de Anuar apenas tuvo consecuencias en el juego. La presión de los de Marcelino era, tímida, lo suficientemente intensa como para que a los pucelanos se les volvieran zurdas todas las piernas y fueran incapaces de algo distinto a mandar el balón lejos del área. Daba la impresión de que Sergio había impartido dos órdenes muy claras: que Parejo no toque bola y aguantemos hasta el minuto 70 sin encajar, que entonces llegará nuestro momento.
Y el momento llegó, pero en el 82. Y en modo alguno por el plan trazado. Fue un magistral golpeo de Alcaraz que superó la barrera y le quitó trabajo a los de la limpieza en la zona de la escuadra de Neto limpiando el lugar de telarañas.
Hasta ese momento Masip había mantenido a los pucelanos, que durante la segunda mitad hicieron más de lo mismo: juego deslabazado y anodino, nula capacidad ofensiva y muchas dudas defensivas. El Valencia empujaba mucho y fallaba más, gafados como parecen estar ante el gol, pero ni esos nervios fue capaz de aprovechar un Valladolid que no se reconoció a sí mismo en ningún momento.
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Al final el punto permite respirar y mantener una pírrica distancia sobre los de abajo, pero poco hay en este equipo del que asombraba en octubre
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