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J. A. M.
Valladolid
Jueves, 27 de junio 2024, 06:55
Pablo Martín Sáez estaba en aquella plantilla de la Copa de la Liga, pero lo vivió todo desde la enfermería porque esa campaña, la de su estreno con el primer equipo, tuvo dos fracturas de tibia aunque empujó desde fuera para echar más leña al fuego de aquel grupo de jugadores del que destaca la ilusión por el título, la calidad y, en aquella recta final de temporada, el físico. Todos los aspectos del fútbol, en suma.
Curiosamente Martín Sáez jugó de titular en el primer partido internacional del Pucela en la Copa de la UEFA, la consecuencia inmediata de haber conquista aquel trofeo. Sin embargo, los contrastes fueron brutales para este abulense en aquel histórico 1984. La secuencia de desgracias empezó ya para él en el último partido de pretemporada, cuando opositaba a ser titular con García Traid. El técnico salmantino sacó a Pablo los últimos minutos de un amistoso, con la mala suerte de que un plantillazo le provocó una fractura abierta de tibia.
Cuando se estaba recuperando de aquel grave percance, durante un «partidillo» de los jueves en el viejo estadio Zorrilla se volvió a romper. Fue en un choque con Antonio Santos, que poca culpa tuvo porque aquel día el césped estaba muy resbaladizo y, posiblemente, la primera fractura no estaba bien curada por las ganas de jugar cuanto antes de aquel lateral izquierdo que, literalmente, se «comía» la banda. Así era Martín Sáez que, por aquello de ver el lado bueno de las cosas, asegura que aquellas lesiones le permitieron empezar como un tiro la siguiente campaña.
Después de ver a Moré levantar la Copa de la Liga desde la grada, Pablo trabajó duro durante todo el verano, sin parar, y llegó pletórico al inicio de temporada, incluso mejor que el resto de compañeros que habían estado de vacaciones. «Redondo me vio muy bien y contó conmigo desde el principio para aquel partido contra el Rijeka», afirma Pablo Martín Sáez al recordar un día «especial» para él, un chico salido de Cristo Rey de Valladolid y que, actualmente, reside en la zona sur de la ciudad.
A los 62 años dice que Rusky ya le quiere sentar en la mesa de los más veteranos durante las cenas de Navidad, pero él se niega en rotundo porque «una vez que te sientas ahí ya no sales», ironiza este exjugador rápido y corajudo que triunfó también tras el fútbol en los negocios. Fue socio de Jorge Alonso en una granja avícola que consiguió un contrato de larga duración con la empresa Leche Pascual. Nada que ver con el balompié, pero los dos regatearon bien las dificultades de la vida tras el fútbol donde ambos compartían la banda izquierda, aunque el zurdo de verdad era Pablito, como le llamaban sus compañeros.
Nacido en San Juan de Encinilla (Ávila), Martín Sáez era un carrilero muy ofensivo en tiempos en que aún no estaban de moda los tres centrales y los laterales largos. Ahí él hubiera destacado porque en su fútbol predominaba el ataque sobre la defensa. Con quien más jugó de titular en Valladolid fue con Azkargorta, una de las veces en aquel insólito partido de Sevilla donde el Pucela salió con dos porteros (el chileno Wirth, como defensa central).
Además de con el Real Valladolid en Primera, jugó en la UD Salamanca, donde se lo llevó Fernando Redondo, que confiaba plenamente en él. Más tarde militó en el Xerez, en el Figueras de Jorge D'Alessandro, en el Córdoba, en el Real Ávila y se retiró en el Burgos, con 34 años. Más tarde estuvo dos años entrenando al juvenil del Betis de Valladolid para después apartarse del fútbol, aunque no de los vínculos afectivos que se generaron con sus compañeros.
Acaba de ver a Moré poco antes de esta entrevista y pregunta por algunos colegas de entonces, en concreto por Pepín y Sala, con quienes coincidió en otros equipos después de dejar el Real Valladolid. La amalgama de cariño y nostalgia que tiene aquella generación es notable. Dice Martín Sáez que aquel grupo estaba muy unido y que de haber pillado entonces la época de los móviles lo estarían aún más porque cada vez que coincide con alguno que hace tiempo no ve, salta inmediatamente el afecto generado en aquel grupo de ganadores aunque haya perdido contacto. Y hablando de móviles, Martín Sáez acaba pidiendo el teléfono de Pepín quien un día, mientras ambos jugaban en el Córdoba, le presentó a El Cordobés (padre). Otro mito que hizo cosas irrepetibles, como los que Valladolid tiene en aquella generación que levantó el único trofeo de nuestra historia militando en Primera División. Uno de aquellos jugadores (también campeón) lo vio desde el lado más amargo del deporte.
Son múltiples los factores que deben concitarse para que un club humilde como el Real Valladolid, a años luz en presupuesto de los grandes transatlánticos del fútbol español, conquiste un título nacional. Y todas esas circunstancias confluyeron hace cuarenta años para hacer realidad el que hasta la fecha sigue siendo el único trofeo oficial de la entidad blanquivioleta en sus 96 años de historia. Aquella imagen icónica de Pepe Moré levantando la Copa de la Liga, que hubo de pasar por los líquidos de revelado para ser publicada dos días después, continúa en el imaginario de los aficionados más veteranos. Y con esa foto acaparando la portada, El Norte lanza el sábado día 29 de junio un Suplemento Especial para recordar de la mano de los protagonistas todos y cada uno de los detalles que rodearon aquella gesta.
Una temporada irregular en lo deportivo, en lo que a la liga doméstica se refiere, que acabó en celebración gracias a una plantilla que se nutrió de la cantera y que hubo de sobreponerse a un cambio de entrenador. El relato de cómo se llegó a conquistar el título, las múltiples anécdotas que dejó el proceso para llegar a levantar el trofeo, y las vivencias de los jugadores que pasaron por aquel vestuario forman parte del Especial que publica El Norte de Castilla. También una conversación entre el director deportivo (Ramón Martínez) y el entrenador de aquel equipo (Fernando Redondo), que cuarenta años se han vuelto a encontrar para repasar, ya con la perspectiva y el poso que deja el paso del tiempo, todo lo que rodeó y acompañó a aquel éxito deportivo.
Un suplemento que es una pieza de coleccionista para los aficionados más veteranos del Real Valladolid, y que se entiende también como una lección de historia para los más jóvenes que no disfrutaron de aquel hito y que solo lo conocen por boca de sus padres y abuelos.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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