Poca agua también mata planta
«La destitución de Diego Cocca es un ejemplo más de un proyecto a la deriva que en diciembre no confiaba en Álvaro Rubio y en febrero sí. Al ataúd ya no le caben más clavos»
Tenía solo un puñado de años cuando vi por primera vez al Real Valladolid en el Viejo Estadio. Encadenaba temporadas en Segunda y por entonces ... rozar el palo con los tres primeros puestos que otorgaban ascenso se celebraba casi tanto como los goles de Rusky. Toda esa gente que me rodeaba en la grada había chapoteado más años en el barro de la Segunda e incluso de la Tercera que disfrutado del llamado 'fútbol-champagne', y tal vez por esa razón, lo que se aplaudía a rabiar no era el resultado. Tampoco ganar colgados del larguero. Lo que se premiaba en aquel coso del Paseo de Zorrilla era dejar el escudo bien alto al final de cada partido. Sudar hasta la última gota. Vaciarse. Se podía perder en el marcador, pero no en el esfuerzo.
Allí también aprendí que no había mayor desprecio para un árbitro e incluso contra determinados jugadores que gritarles 'tío pelele' -este domingo, no me digas por qué, me vino aquel cántico a la cabeza-.
Como digo, se aplaudía más una carrera de 50 metros que un caño. Un balón robado que una falta directa a la escuadra, sobre todo porque ni estas ni las sotanas acostumbraban a asomar por el Viejo Zorrilla.
Son, por lo tanto, muchos años los que han pasado y no voy a ser tan populista como para afirmar que en todo este tiempo no se ha visto nada igual como lo de esta temporada. Sí, hemos visto descensos traumáticos, muchos otros peleados hasta el último minuto, también escenas sonrojantes cuando el aficionado podía acudir a diario a los Anexos a insultar a los jugadores,... lo hemos visto todo en el Nuevo Estadio. O casi todo. Porque lo que nos faltaba por ver era una directiva, secretaría técnica y presidente tan por debajo de lo que representa la institución. ¡Y claro que ha habido traspaso de poderes por el camino! ¡Incluso situaciones límite en la gestión!
Nos faltaba una dejación de funciones tan clamorosa como la que venimos sufriendo en los últimos meses que ahora ha dado paso a un desafortunado carrusel en el que cada decisión empeora la anterior. La destitución de Diego Cocca, apenas dos meses después de su llegada, es un ejemplo más de un proyecto a la deriva que en diciembre no confiaba en Álvaro Rubio y en febrero sí. Al ataúd ya no le caben más clavos.
Una desidia, insólita en un gestor, que se está mostrado directamente proporcional a las ganas de venta que tiene su presidente. En este punto conviene recordar que el Ronaldo jugador era todo talento y cero esfuerzo. Lo suyo, desde luego, no era el sacrificio. El brillo no le venía por el trabajo.
Son muchos los jugadores del Real Madrid que recuerdan la misma anécdota cuando se refieren a Nazário. Aquella, pretemporada mediante, en la que Ronaldo torcía el gesto cuando tocaba sesión física: «Míster, mucha agua mata planta», repetía para, a continuación, buscar cualquier excusa para escaquearse.
Han pasado ya muchos años desde que Ronaldo colgara las botas, muchos más desde que sepultamos el Viejo Estadio, y el 'Fenómeno' ha vuelto a escaquearse. Se le olvida que, ya sea a pie de campo o bien desde el despacho, a la planta hay que regarla cada día porque si no acabas matándola. Y en este curso ya la han matado varias veces.
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