Cuántas veces, usted y yo, hemos tenido que oír aquello de 'tenemos claro lo que necesita el equipo...', y la coletilla, ya la pongo yo por usted, 'pero me da igual que estemos en junio, vamos a esperar a los últimos días de mercado para ... cerrar las operaciones'.
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Y en esas estamos, a 48 horas para que suene la campana en la sede de LaLiga, pendientes de unos cuantos clubes que no han hecho sus deberes –¡con doce operaciones se presentó ayer el Leganés en Zorrilla!– cuando muchos otros han disputado ésta y disputarán la próxima jornada sin incertidumbres gratuitas ni maletas por cerrar. Uno de esos malos estudiantes es el Real Valladolid, que precisamente por no abrir la puerta a tiempo para ventilar y cuadrar sus cuentas, se ha visto abocado a atender la llamada de Osasuna para desprenderse, ¿como única solución posible?, de uno de sus titulares, y muy probablemente uno de los tres mejores jugadores en este inicio de campeonato. Con el tren ya en marcha, le toca remendar un girón que ya tenía convenientemente cosido con un desecho de tienta.
Un trueque que, de confirmarse a Cenk como relevo, suena a timo de la estampita, aceptando al sustituto del suplente Tárrega en el Valencia a cambio de tu mejor central, perfectamente ensamblado a Javi Sánchez y al 'estilo Pezzolano' después de un año de travesía por el desierto.
Así pues, termino como empecé. Cuántas veces ha escuchado aquello de 'tirarse piedras contra tu propio tejado'. No seré yo quien, con 35 jornadas por delante, vea en esta operación imposible de descifrar en términos deportivos un cataclismo con consecuencias próximas al descenso, pero sí inquieta –y bastante– la imagen de paganini que proyecta el club, arrodillado ante cualquier situación de mercado e incapaz de defender una posición de fuerza frente a las cláusulas de salida firmadas.
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Es tal el sinsentido que, aunque suene paradójico y con todo lo que ha llovido últimamente en Zorrilla, somos mayoría los que hoy nos posicionamos con Pezzolano, el único que ha defendido que Boyomo no debía marcharse, y que ayer lo demostró saltándose esa estúpida norma no escrita por la que un jugador en la rampa de salida no puede jugar para no correr riesgo de lesión. ¡Chapeau míster!
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