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La frase la pronunció el pasado jueves un jugador relevante de la plantilla: «Luchar por el que está a nuestro lado». No creo haber escuchado hasta ahora un resumen mejor de lo que es el Real Valladolid, del espíritu que les mueve, de la confianza ... que les sustenta y de la idea de fútbol que ponen en práctica. Los blanquivioletas crecen a cada partido porque todos tienen la completa seguridad de que cuando se produce un fallo individual un compañero estará cerca para hacer el esfuerzo necesario para tratar de solventar el error. «Luchar por el que está al lado».

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Óscar Plano, el propietario intelectual de esa frase redonda y clarividente, es uno de esos tipos que hacen estallar en pedazos los esterotipos sobre los futbolistas y su manera de afrontar la vida. Sencillo, cabal, inteligente...

A Plano le han regalado pocas cosas en el mundo del fútbol. Se ha tenido que ir abriendo el camino hacia la Primera División, su gran sueño, de la misma manera que los antiguos segadores iban recogiendo la mies con la hoz: con precisión en cada tajo y sin escatimar el esfuerzo. Ser uno de los jugadores más queridos por la afición no es fácil. Él lo es. Y lo es porque lo que dibujan sus palabras lo aplica antes que nadie. Y eso se percibe con meridiana claridad desde el graderío.

Pero la figura de Óscar Plano se hace grande y relevante también fuera del terreno de juego. Él era, o es, uno de los integrantes de 'Los Croqueteros', el grupito de jugadores que hicieron piña la temporada pasada a partir de la popular tapa de un conocido bar de la calle Correos. Aquel grupo, lo desveló la esposa de Jaime Mata el día en que se despidió de Valladolid, era un conjunto de amigos que se apoyaban en todo. Unos cuidaban los niños a otros cuando era necesario y entre todos se apuntalaban en los momentos difíciles. Sergio logró que el Valladolid hiciera 'click', pero Plano fue uno de los interruptores.

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