La libreta acartonada de Sergio
Partido de Vuelta ·
El técnico vuelve a plantear un partido a no perder y anula las virtudes ofensivas de su equipo, que terminó asfixiado, acogotado y derrotadoJuan Ángel Méndez
Domingo, 26 de enero 2020
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El técnico vuelve a plantear un partido a no perder y anula las virtudes ofensivas de su equipo, que terminó asfixiado, acogotado y derrotadoJuan Ángel Méndez
Domingo, 26 de enero 2020
Sergio tiene la libreta acartonada. Y si luce limpia y tersa, entonces todo se resume en que no confía en sus futbolistas, al menos en los que aportan algo más que músculo y contundencia. El técnico anuló ayer las pocas virtudes ofensivas que presenta el ... cuadro castellano. Quiso jugar al empate, pero se olvidó de que enfrente estaba el Madrid, que suele saber cómo administrar la posesión para terminar con una sonrisa. El gol es cuestión de tiempo, como se demostró ayer. Por eso, como ya sabes lo que puede ocurrir, no pierdes nada por salir con descaro y valentía, justo lo que hizo cuando llegó el gol de Nacho. También es un guion habitual. El corsé solo se desanuda cuando ya no hay remedio. A los diez últimos minutos me remito. En ese tiempo, el Pucela atacó más que en los 80 anteriores.
Miedo. El Real Valladolid cruzó la frontera del respeto y salió al césped atemorizado, sin argumentos para buscar algo más que el empate a cero. Es curioso, en el Bernabéu tuvo más atrevimiento. Sergio mandó un mensaje muy claro con su alineación. Tradujo su temor en un dibujo demasiado prieto por el centro, sin salidas ni desborde, que solo aguantó en pie hasta que los de Zidane entendieron que había que sortear el muro con movilidad, no a golpe de ariete. El cerrojo permaneció abrochado 45 minutos. En la segunda mitad, los albivioletas se hartaron de perseguir sombras. Y no metió más mediocentros el entrenador catalán porque no se le ocurrió a tiempo cambiar a Sandro, enfermo, por El Hacen. Infumable. Resulta muy complejo sorprender al Madrid, pero hacerlo con las canillas temblando antes de tiempo, es ya un ejercicio de ciencia ficción. Por suerte, el VAR anuló el tanto de Casemiro en el minuto 10. Si hubiera subido al marcador el 0-1, el planteamiento del técnico habría durado un suspiro. ¿Qué hubiera hecho entonces? ¿Cambiar a medio equipo para buscar el filo que había dejado encerrado en el banquillo?
Dibujo comprimido. Para un equipo como el Real Valladolid, acortar los metros de acción tiene la ventaja, a medias, de que dificulta las maniobras de su oponente, pero cuenta con un riesgo evidente, sus opciones de generar oportunidades se convierten en una utopía. Sergio solo se preocupó de ahogar al Madrid, algo que tiene bastantes más caminos que dibujar un 4-4-2 ultradefensivo, con tres pivotes y Míchel intentando vivir cerca de Ünal y Guardiola. Sin señales de vida del juego profundo y veloz que podría haber puesto en aprietos al conjunto de Zidane. El técnico jugó a encoger el césped y se olvidó del balón, un bien preciado sobre el que también se puede articular la mejor defensa y un buen ataque. Todo es cuestión de voluntad y al Pucela le faltaron sus señas de identidad, que cada semana van perdiendo unidades.
Sin ideas. El empate que arrancó el Valladolid en el Bernabéu sirve para comprobar la decadencia que vive el equipo de Sergio. En el templo madridista, el Pucela jugó sin complejos y puntuó. Dibujó la presión adelantada, sacó la pelota desde atrás, con calma, buscando los perfiles, con acciones al primer toque, con velocidad. Una vuelta después, en su estadio, el conjunto pucelano vegeta convertido en una caricatura de sí mismo. Solo corre para tapar huecos, los desmarques de ruptura han dimitido y no hay ideas para sorprender al contrario. Da igual que sea el Madrid o el Osasuna. El encefalograma es una línea recta. Contra el líder lo lógico es perder, de eso no hay duda. Pero hay muchas formas de hincar la rodilla y el cuadro castellano salió del vestuario genuflexo.
Lo peor de la derrota de ayer no es el resultado, que entra dentro de lo racional, sino el camino para aterrizar en el desenlace. El Real Valladolid solo se liberó del miedo, y no del todo, cuando recibió el bofetón de su adversario. Hasta ese instante, corrió sin ambición ofensiva. En El Sadar, los de Sergio terminaron colgados del larguero. Ante el Madrid, tras una primera parte aseada, concluyeron exhaustos, mareados y derrotados. El camino hacia la salvación no puede seguir pasando por acumular futbolistas de corte defensivo delante de Masip.
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