Pasarán otros cuarenta años y seguirá formando parte del espectro futbolístico como uno de los jugadores más impactantes que se han visto en un campo de fútbol. Si además tocamos a la puerta del Benito Villamarín, cualquiera aficionado –sea o no veterano– se derrite en elogios ante el que consideran leyenda del fútbol español. El suyo es otro ejemplo de que no hay 'Flaco' malo en el mundo del fútbol, muy a pesar de que su condición de canijo le cerrara varias puertas antes de despuntar. Estaban mal vistos, y tuvo que ser un argentino, no precisamente Menotti, quien se fijara en su zurda prodigiosa para sacarle del anonimato. «Tuve mis dificultades porque me decían que era endeble y pequeñito, pero todos los futbolistas hemos tenido una hada madrina y a mí me llegó con la llegada del entrenador Martín. Era argentino, tenía otra mentalidad y fue quien me dio el empujón definitivo». En realidad fueron dos Martín los que le dieron confianza, Héctor Martín 'Torini' primero y José María 'Cheché' Martín después, ya en Segunda División.
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Porque la oportunidad le llegó a Julio Cardeñosa (Valladolid, 1949) por culpa de un descenso, el que mandó al Real Valladolid a Tercera División y obligó a hacer borrón y cuenta nueva. «Con el descenso pasamos ocho del filial y después de una temporada de consolidación, es al año siguiente cuando logramos el ascenso a Segunda. Ahí ya tuve más dificultades y un año después con la llegada de Martín es cuando me da confianza y me da el espaldarazo que necesitaba».
No eran tiempos fáciles para nadie, todo lo contrario, y al fútbol se llegaba desde la precariedad y el esfuerzo familiar. No es una excepción el caso de Julio, Julito cuando con apenas 9 años se metía en la barra del establecimiento que regentaba su padre en La Rubia, bar Flores, para echar las dos manos. «Había que ayudar porque eran tiempos difíciles y no sobraba. Salíamos de muchos problemas en el país y había dificultades y había que echar una mano», recuerda.
Catorce tenía cuando tuvo que abandonar los estudios para trabajar en la imprenta Sever Cuesta, y diecisiete cuando, no sin el consenso familiar, decidió hacer una prueba con el filial del Valladolid. «Yo era juvenil y venía de la Escuela de fútbol San Fernando –pertenecía al Frente de Juventudes–, que entrenaba en las pistas en la carretera del cementerio. Vivía en La Rubia y los compañeros que íbamos desde allí cogíamos un autobús hasta la Plaza Mayor y desde allí andando porque no había autobús», recuerda. Gerardo Coque fue el encargado de darle el aprobado en aquella prueba. Cardeñosa cambiaba de estatus. Pasó de canijo a flaco. Y casi sin quererlo, y gracias a la acuciante necesidad del club por hacer tabla rasa y empezar de cero debido a sus problemas económicos, aquel flacucho se juntó con una generación única en la historia blanquivioleta. «El recuerdo que tengo de por vida es la caseta. Los compañeros. Todos éramos chavales jóvenes y éramos íntimos, salíamos juntos todos los días. Se quedaron unos cuantos más veteranos como Lizarralde, Astrain y Enderiz, y luego estábamos todos los chavales. Jugábamos bastante bien y la única espinita fue que no nos dio para subir a Primera», apunta nostálgico Cardeñosa.
julio cardeñosa
Paradojas del destino, el mismo motivo que les llevó a todos ellos a jugar en el primer equipo de su ciudad, les empujó a tener que abandonarla. Sin posibles y una deuda que rondaba los quince millones de pesetas, el Real Valladolid se vio obligado a tener que desprenderse de su mejor patrimonio. «En aquella época el único dinero que se ingresaba era el de los socios, y había muy poquitos. El club estaba tieso, no había ni para tabaco, y todos los años había que traspasar a algún jugador. No cobrábamos, nos debían un montón de meses de ficha,.. Así que primero traspasaron a Lorenzo, antes de que terminara la temporada, y luego fui yo». Corría junio del año 74, y la operación resultó tan curiosa que a punto estuvo de cambiar el curso de la historia para el 'Flaco' Cardeñosa. Y es que antes que el Betis, fue el Sevilla quien se interesó por sus servicios y quien llegó a negociar e incluso a acordar su traspaso a tierras del Guadalquivir. Fue uno de los hermanos Rodríguez, concretamente Rodríguez I, quien ejerció de Celestina. «Fue a través de él como supe del interés, pero todo se torció a última hora porque el Sevilla pagaba en letras y el Valladolid quería efectivo, así que el Betis se adelantó». 13 millones de pesetas de la época tuvieron la culpa (78.000 de los euros de este siglo), saldaron la deuda del club y de paso convirtieron a Santiago Gallego en el primer presidente que abandonaba el cargo sin deudas –aquel verano de 1974 hubo elecciones en el Viejo Zorrilla–. «Era una pasta», relata Cardeñosa, que aún recuerda con una sonrisa la despedida que le tributaron sus compañeros. «Cuando llegó el Betis con el dinero, ¡mis compañeros me sacaron a hombros!». El 'Flaco' también saldría ganando, ya que pasaría a cobrar 20.000 pesetas mensuales, además de unas primas pactadas de 6, 8 y 12.000 pesetas por cada partido ganado en casa, empatado o ganado a domicilio, respectivamente.
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Un dato, el del pago en metálico, que pudo cambiar el rumbo de la historia de Cardeñosa, la leyenda del Betis que pudo ser del Sevilla.
Ya en las filas del Betis se gestaría el mito, además de sucederse episodios tan conocidos como el pase de gol a Rubén Cano ante Yugoslavia que supuso la clasificación para el Mundial de Argentina, el famoso 'no gol' ante Brasil o su fichaje frustrado por el Barcelona –la presión popular evitó un traspaso ya acordado–.
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En 1985 colgó las botas y trasladó sus conocimientos a los banquillos del propio Betis, con el que consiguió un ascenso en la temporada 89/90, el Córdoba y el Écija. Ya jubilado, Julio Cardeñosa sigue hoy el fútbol con cierta nostalgia desde su condición de socio del Betis. «El fútbol ha evolucionado mucho, pero sobre todo en dos aspectos importantes, en la táctica y en la preparación física. El futbolista está ahora muchísimo mejor preparado. Posiblemente los futbolistas de antes fueran técnicamente mejores, seguramente porque jugábamos en patatales. ¡Ojalá nos hubiéramos encontrado campos como los de ahora! Teníamos más dificultades para todo, para entrenar, las botas, y los balones, que cuando se embarraban pesaban siete kilos», explica.
Ya jubilado después de cotizar los últimos años como agente de seguros, Cardeñosa es hoy aficionado, además de fiel abonado de su Betis. El Betis de la posesión. «Son formas distintas de jugar al fútbol, a nosotros también nos gustaba tener el balón pero mirábamos más a la portería. Pero Setién no ha cambiado desde que entrenaba en Segunda B y no lo va a hacer ahora. Cuando llegó al Betis no dábamos mucho por esa forma de jugar, sobre todo por el tipo de jugadores que tenía, y sin embargo ahora se sienten muy cómodos en ese sistema y aunque les está costando llegar al área con peligro, ha mejorado mucho el aspecto defensivo y ahora se trata de encontrar el punto de equilibrio. Probablemente tenga el mejor centro del campo de su historia», asegura en tierras andaluzas, desde donde sigue también muy de cerca la actualidad del Valladolid. «¡Claro que lo miro y lo busco en la clasificación! Fue un poco milagro lo del ascenso porque estaba la cosa muy mal, pero cogió una racha buena, se montó en la ola y ahí sigue», comenta quien logró también un ascenso como técnico del Betis, temporada 89/90.
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«La forma que tiene de jugar uno y otro son completamente opuestas, pero eso no quiere decir nada porque el Valladolid está en un buen momento y puede contrarrestar bien el juego de posesión del Betis. Desde luego no le va a ser nada fácil al Betis», sostiene, sin rodeo ninguno sobre lo que son sus preferencias. «Podía decir que gane el mejor, pero no. ¡Que gane el Betis! Luego ya veremos en el de vuelta a ver quien lo necesita más», espeta.
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