Las lágrimas de San Plano por el Real Valladolid
El autor del texto confía en que el mediapunta sea una de las claves de la permanencia blanquivioleta en Primera División
Jesús Moreno
Miércoles, 17 de abril 2019, 19:53
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Jesús Moreno
Miércoles, 17 de abril 2019, 19:53
Un segundo lo cambió todo. Solo eso. Ya lo advirtió, un domingo cualquiera, Tony D'Amato en una de las arengas más famosas de la historia del cine. El éxito o el fracaso en el deporte, en la vida, muchas veces dependen de una ... insignificante porción de tiempo. Medio segundo más lento o más rápido es la diferencia entre en acierto o el error. Esa fracción es la que condenó a la invalidez el gol que habría dado tranquilidad: medio segundo más lento en su carrera y, probablemente, el tanto anotado por Waldo habría certificado un triunfo vital en las aspiraciones del Real Valladolid. Del mismo modo, medio segundo más rápido, y la bota de Óscar Plano habría contactado con el balón y no con la pierna de un delantero que estuvo un poco más vivo para interponerse en el camino del despeje y provocar un penalti.
Y, de repente, el Real Valladolid, que de nuevo volvió a mostrar juego más que suficiente como para ganar partidos en esta categoría, vio cómo esa fortuna que se entrena, que se corrige a base de trabajo y experiencia, esa que Luis Aragonés acertó a llamar un día saber competir pasaba otra vez de largo -en un improvisado homenaje a 'Bienvenido Míster Marshall'- entre la incredulidad, la desesperación, el pesimismo y el desánimo. Otro empate y puestos de descenso. En ese preciso momento, a este Real Valladolid que ve penalizados todos los errores que comete independientemente del área o la zona del campo en el que se produzcan, que se ha visto despojado de todas las virtudes que lo acompañaban a lo largo de buena parte del campeonato para aparecer ahora desnudo y herido, ya solo le quedó clamar al cielo y preguntar por qué le había abandonado.
En Semana Santa, las lágrimas siempre evocan las derramadas en su día por San Pedro. Cuando Óscar Plano rompió a llorar se pudo comprobar que las suyas estaban fabricadas de los mismos elementos que aquellas. De la misma amargura, la misma decepción y la misma impotencia. De esa sensación que queda cuando a quien se falla es más importante que uno mismo. Esas lágrimas, sin embargo, dieron paso a algo más grande. Cristo, construyó su Iglesia sobre la piedra del apóstol. Es hora de que el Real Valladolid construya su permanencia sobre las piernas del mediapunta.
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