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Sorprendieron sobremanera las palabras de Paulo Pezzolano en sala de prensa al término del partido en Burgos. Al técnico no solo le gustó su equipo sino que, a su juicio, hubiera alcanzado la excelencia en caso de marcar. «No hicimos los goles. Si hubiéramos ... marcado, habría sido un partido excelente del Real Valladolid», comentó, todavía en caliente.
Llama la atención su análisis después de encajar la tercera derrota consecutiva, que fue un calco de la segunda, y a la vista de un equipo que volvió a chocar contra el mismo muro, incapaz de encontrar alternativas a su falta de recursos, ya sea en bandas o ya sea en el banquillo a la hora de buscar un plan B.
¿Por qué, entonces, le gustó tanto su equipo al preparador uruguayo? Para encontrar una explicación hay que escapar de la realidad, del análisis mundano y terrenal que nos dejó el derbi, y asomarse a esa otra cara del fútbol del siglo XXI a la que se agarran no pocos técnicos. Al fútbol del Big Data que todo lo sostiene. En ese otro lado, el Real Valladolid se llevó el derbi.
Remató más –que no mejor– que su rival (20 tiros por 7 del Burgos), lanzó más saques de esquina (9 por 5 de los locales), acumuló más toques de balón (731 por 425) y, por supuesto, dominó también la posesión (68% por 32%), con una precisión en el pase que mejoró con cierta holgura la de su rival (80% por 60% de los de Jon Pérez Bolo).
El análisis, estadístico, por lo tanto, fue el ideal para la legión de ayudantes que acompañan a Pezzolano en el cuerpo técnico. Y en ese extracto se reflejó el uruguayo para concluir que el partido del Real Valladolid dejó más luces que sombras. Un análisis buenista que hubiera dado la razón al técnico de no ser porque obvió el resultado final.
En el camino se olvidó de los motivos que provocaron la tercera derrota consecutiva, tercer encuentro sin marcar, de un equipo que no ha dejado de perder efectivos desde que ganara con el gancho al Amorebieta (9 de diciembre). Desde entonces, con Sylla ya lesionado, al equipo de Pezzolano le ha penalizado especialmente su falta de pegada, pero también una disposición sobre el campo bastante cuestionable y la falta de un plan B que respondiera a los pocos recursos que tiene el técnico cuando se gira al banquillo en pleno partido.
La vuelta de un Sylla falto de ritmo en Burgos se compensó en Burgos con la ausencia de Raúl Moro, y una evidente cojera en banda izquierda que hizo que todo el juego ofensivo dependiera de la inspiración de Iván Sánchez. Con Kenedy desaparecido desde el día que asomó en El Sardinero (11 de noviembre) y Sylla recién salido de lesión, la pegada brilló por su ausencia en el derbi, limitada a un par de apariciones en el área de Anuar –una de ellas anulada por fuera de juego– y a las incorporaciones como delantero centro del propio Juric, omnipresente en todos los rincones del campo, y ahora tambien en el corazón del área. El centrocampista croata es el único que mantiene el pulso físico y no ha bajado su nivel desde que arrancara la temporada.
Ayuda atrás, da soporte a Monchu en el centro del campo y, por si fuera poco, en el derbi también pisó más área que los llamados a terminar acciones ofensivas. Juric se incorporó al ataque más de lo que es habitual, e incluso tuvo muy cerca el gol en un cabezazo de perfecta ejecución que Caro salvó en lo que fue la intervención del partido. Juric, por lo tanto, volvió a rozar la perfección, demasiado solo en todo lo que intentó. Suyos fueron dos de los 20 remates con los que cerró el derbi el Real Valladolid. Cinco completó Kenedy, 4 Monchu, 3 tanto Lucas Rosa como Sylla, y 2 se apuntó también Anuar, que dispuso de una de las ocasiones más claras al empalar por encima de la portería local un servicio medido de Iván Sánchez.
Los dos únicos cambios que se hicieron dice mucho de la pérdida de recursos que ha sufrido el Real Valladolid en las últimas semanas, pero también de la nula confianza que tiene el técnico en determinados jugadores. Probablemente el más llamativo sea el de Joni Montiel, que llegó a Zorrilla para jugar un papel preponderante y que, sin embargo, ha dejado de contar para Pezzolano, que en Burgos ni siquiera consideró la posibilidad de utilizarle como revulsivo pese a las múltiples bajas y la ventaja local en el marcador.
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