Ni Zorrilla es Imola, ni el Pucela un Fórmula 1
«Con Ronaldo en la zona noble de la F1, la afición despidió la temporada entre pitos y cánticos contra el presidente tras una nueva derrota del Pucela, que regaló el primer acto»
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Un planteamiento timorato y ramplón en casa
Decía Álvaro Rubio en la previa que, en las tripas del vestuario, él pide a los jugadores ir a por los partidos. La palabra ... se esfuma en la pizarra. Sin nada que perder, con una afición desesperada por los desmanes del presente curso y con una ristra de derrotas vergonzosa, plantear una defensa de cinco, con un solo punta y fantasmas sobre el césped como Amallah, dice poco del relato ambicioso del técnico. A lo mejor el preparador blanquivioleta entiende que desperdiciar a Nikitscher, un centrocampista, en el vértice de los tres centrales es afilar el dibujo. Juego con cinco, pero son cuatro defensas. Yo ya no sé qué pensar. Resulta muy complejo descifrar la visión de Rubio, que cada semana prende la mecha de un cohete y revienta la alineación del último partido. El Pucela se encuentra enmarañado en una depresión tan profunda que es incapaz de desatar el corsé y actuar sin complejos, en su estadio, ante un conjunto ramplón como el Alavés.
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El minuto negro de Amallah y tres cambios al descanso
Amallah es uno de esos futbolistas que debería cerrar la puerta por fuera y no volver en un tiempo a Zorrilla. Álvaro Rubio le verá algo en los entrenamientos. Es de suponer, porque le sigue alineando. El caso es que el marroquí, que está de paso y que pasa de todo, tuvo su particular minuto negro en el primer acto. El técnico le dejó en el vestuario en el descanso junto a Moreno y Mario, más impertinente que acertado en el juego. Amallah se enredó con parsimonia en dos regates ante dos rivales, en la zona del círculo central, cuando era el último futbolista por delante de Hein. La impericia del Alavés evitó el gol con un contragolpe lamentable en el que se medían tres atacantes vitorianos contra el arquero pucelano. Sin tiempo para digerir el gazapo, el centrocampista blanquivioleta remató al aire, en el área pequeña, un servicio de Anuar. Las tres sustituciones, sobre todo las de Iván Sánchez y Alani, aplicaron nervio y tensión al Pucela. El Alavés se enredó en su congoja y solo vivió de la fractura táctica del cuadro castellano.
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Latasa, en su versión más próxima al peor Sergi Guardiola
Latasa no consigue escapar de las tablas. Pierde demasiado tiempo en la simulación y casi nunca está donde se le espera. Está más cerca de la peor versión de Sergi Guardiola, que exasperaba al respetable por sus constantes caídas y sus interminables aspavientos, que de ese delantero centro con gol que necesitaba el Real Valladolid para competir con un mínimo de coherencia en su regreso a Primera. Su rendimiento es el resumen de una temporada ridícula para un Real Valladolid sin argumentos, con la peor defensa de la historia y la vanguardia más inofensiva que se recuerda.
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Ronaldo prefiere el glamour de Imola a los pitos de Zorrilla
Es normal que Ronaldo escape de Zorrilla. La afición está de uñas. Aguantó estoicamente en el primer acto y pasó a la acción en el segundo encendiendo la bronca. Al dueño del club le tocaba «disfrutar un poquito» en Imola. Siempre es mejor el rugido de un Fórmula 1 que un Seiscientos gripado, que por cierto es suyo. Si el Pucela jugara en la plaza de toros, en vez del estadio, el cuadro castellano habría terminado el curso entre almohadillas. Como Morante, pero sin arte. Jorge Santiago, que siempre que habla lo hace con transparencia, dijo en la previa que las cosas de la venta son asunto de Ronaldo, que ellos se centran en el día a día. Menos mal que ya quedan pocos días para que termine esta interminable pesadilla.
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Arnu y Alani ponen más en media hora que el resto en un año
Por lo visto este domingo, el Real Valladolid y Álvaro Rubio han depositado en el cubo de la basura demasiadas jornadas. Precisamente el técnico, que llega al primer equipo procedente del filial, se muestra incapaz de detectar el talento que tenía escondido en el banquillo. Ante el Alavés hizo debutar a Moreno, que pagó los nervios del estreno. En el descanso confió el centro del campo a Alani y el canterano le respondió con personalidad y fútbol, con bemoles y actitud, justo lo que le ha faltado al equipo durante toda la temporada. Más tarde apareció Arnu, que en cinco minutos generó más peligro que Latasa en una hora. En una temporada como la que está a punto de concluir, con los registros negativos cosidos al uniforme del Pucela, resulta aún más hiriente comprobar que hay futbolistas en el filial con ganas, energía y calidad. En el prólogo del duelo ante el Alavés, Anuar recibió entre lágrimas la insignia de oro del club. El llanto del ceutí contrasta con la sonrisa de Ronaldo, allá donde le pongan un micro delante menos en Valladolid, y la ira de una hinchada que abrocha el curso, sumida en una profunda frustración y con más ganas de romper el abono que de volver a sentarse en Zorrilla una temporada más. El club debería ir pensando en cómo recuperar a la afición, sin duda lo único salvable de esta campaña.
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