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1
Las bajas y el estacazo de bruces contra la cruda realidad empujaron a Pezzolano a buscar un once con aroma a épocas pretéritas. Mesa y Aguado en la manija del centro del campo, Plano en el enganche. Plata en su sitio, en la banda. Un ... 4-2-3-1 en el que la solidaridad, una quimera en los últimos cinco duelos, brotó desde el eje del equipo. Los kilómetros de Aguado, el cerebro de Mesa, el criterio y la tensión. Se marchó roto. Plano trabajando a destajo, los laterales cerrando espacios y los centrales siempre un paso por delante del disparo blaugrana. Plata, Machís y Larin muy afilados. No era tan difícil. Solo hacía falta escapar del tiovivo y resucitar a la vieja guardia.
2
Con Masip comenzó la depresión y con Masip arranca la resurrección. El Pucela estampó tres zarpazos en el plácido rostro del Barcelona y el guardameta volvió al sitio que había perdido desde aquella sonora cantada en Mestalla. Ayer puso la mano dura. Hizo un primer acto inmaculado. Estuvo firme incluso en los balones aéreos. Metió el guante hasta en un cabezazo de Raphinha que iba entreverado, podía ir fuera, pero volaba hacia dentro. También apareció como un ángel para descifrar el testarazo a bocajarro de Christensen. El Pucela construyó la solidez desde la última línea. Cosió el dibujo. Por fin se dio cuenta de la importancia de correr con orden, de dar un pase más, de salir a la contra y leer el partido sin angustia.
3
Machís necesitó minuto y medio para demostrar su importancia en el Real Valladolid. Es otro rollo. Entró como un cuchillo por la izquierda y la puso tensa en el área. Larin esperaba su turno, pero Christensen llegó antes y estampó la pelota en la red. Al margen de esta primera acción, tal vez afortunada, Pezzolano tiene que estar rezando para que los músculos de Machís no vuelvan a quebrar. Plata se contagió por el costado opuesto. El ecuatoriano recuperó la alegría y el sistema destiló el equilibrio que había desaparecido desde la debacle de Valencia. El pulso nació por el centro, el vuelo al ras de las costuras. Larin peleó más arropado, siempre inquieto y punzante. Da igual el espacio, el canadiense es puro nervio.
4
Al Pucela el electrocardiograma le salía plano. Una línea recta, sin estridencias. El dibujo de un cadáver a punto de dejarse atrapar por la luz cegadora. Mesa tiró de galones y empujó al resto. El cuchillo destrozando el esmalte de la dentadura. El Valencia le enseñó el camino ante el Madrid. Contra un grande con la panza llena solo vale correr más, morder y encoger los espacios. Es la única manera de encontrar la dimisión enemiga por ausencia de objetivos. El Barça gobernó la posesión, pero el Pucela encontró su versión más práctica. La vanguardia anticipó el gesto, Torres y Sánchez muy firmes, y detuvo el talento rival a base de bemoles. Justo la testiculina que faltó para estirar el pescuezo antes.
5
En partidos como el de ayer me acuerdo siempre de mi padre, un blanquivioleta de corazón. Estará allí arriba subido a la montaña rusa. Su verbo pasaba de una orilla a la contraria en un suspiro. Del «estamos en Segunda» que habría espetado tras la derrota del viernes al «ya era hora» que habría decorado tras ganar al Barcelona. Por él y por los hinchas de toda la vida. Es tu momento, Pucela. Ahora no puedes parar. Has hecho lo más difícil, aunque Xavi ayudó con la alineación. Son dos partidos más y ya discutiremos tus pájaras. Haz que tus piernas no paren de agitarse. No esperes a la última batalla. Prolonga la fiesta en Almería y remata el baile en casa ante el Getafe. Hazlo por ti, hazlo por todos.
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