Cuando yo era niño, estrené aquella panzuda ITT de última generación descubriendo que el uniforme de Gaby, Miliki, Fofito y Milikito era rojo pasión, no gris. Aquello era un galimatías, un teatro del absurdo que a los niños nos entretenía y nos tenía pegados a ... la tele. Había de todo. Una caída preparada por aquí, un diálogo de besugos por allá, un tartazo, 'hola don Pepito, hola don José'. Y así, con la sonrisa desatada y recitando de memoria aquellos acordes, pasamos la infancia hasta que ya nos considerábamos lo suficientemente adultos como para ver aquel circo.
Publicidad
El ascenso del Real Valladolid me ha recordado un poco a ese batiburrillo con final feliz. La afición contra el escudo. El club que despide al director deportivo en la víspera del debut liguero, permítame la exageración. Referéndum por aquí, referéndum por allá. 'Pezzolano dimisión' hasta en el balcón del Ayuntamiento. Alineaciones ininteligibles con denominación de origen. Ronaldo que no termina de concretar si vende o se queda. El club tirando de las orejas al míster tras unas declaraciones lamentables. Podría seguir, pero necesitaría medio periódico. Me imagino a la saga Aragón tomando notas para su show de despedida, aunque sea desde el cielo. Una historia con un nudo espeso que en el epílogo se deshizo para descorchar la felicidad de los espectadores que, como yo cuando era pequeño, hemos salido de la función con la euforia desbocada. Como decía la melodía de cabecera, 'había una vez… un circo, que alegraba siempre el corazón. Lleno de color, un mundo de ilusión, pleno de alegría y de emoción'.
Pues eso. La vida en blanco y violeta. Un ecosistema lleno de aristas que termina con el corazón henchido de felicidad. Si nos detenemos en los protagonistas de la gesta, invitaría a todos a un ejercicio de autocrítica que sirva para escapar de Gaby, Miliki y compañía para buscar un registro mucho más coherente. Que la unión vuelva a ser la fuerza y que se terminen las broncas. He sido (y soy) muy exigente con Pezzolano. Hasta ahí. Los resultados han coronado su modelo y yo le felicito porque su éxito es el de todos. En Primera no lo veo, pero es una decisión del club, esté quien esté al frente. Lo que no comparto es que los hinchas traspasen la línea. Me pareció lamentable la charla que tuvo que aguantar el técnico, en plena racha negativa, cuando un grupo de aficionados le esperó a la salida Zorrilla. Y como en el circo blanquivioleta siempre hay un triple mortal contrapicado, el enfrentamiento en las puertas del Heliodoro me pareció esperpéntico. El público (casi) siempre tiene razón, pero la pierde cuando insulta. Fin de la cita. Pedir la dimisión del técnico forma parte del ADN de este deporte. Los haters son capaces de solicitar hasta la renuncia del presidente sin tener en cuenta que en el fútbol los clubes son empresas y cada uno hace con su dinero lo que quiere. La solución no pasa por agredir verbalmente, sino por dialogar. Para salir indemne de Primera, el presidente, la dirección deportiva, el cuerpo técnico y la afición tienen que zafarse del enredo y centrarse en lo verdaderamente importante. Dicho esto, el nuevo proyecto no debería arrancar con Pezzolano si no queremos pasarnos todo el año entonando la canción de los payasos de la tele.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.