1
El Pucela gobernó el choque sin muchos alardes. Tocó, construyó y presionó hasta que el balón se acercó al balcón de su área. En ese espacio comenzó su viacrucis. Boyomo descorchó el champán en el primer gol del Levante, a los dos minutos, y Monchu ... ensanchó la inoperancia defensiva en el 2-1. El futbolista del Levante bajó el balón con el pecho, controló orientado, avanzó y remató. De la nada, un gol. El centrocampista blanquivioleta no atinó para mandar el balón fuera del estadio. Patada al aire. Masip tampoco estuvo muy ágil. El duelo se definió en el área del Real Valladolid. La personalidad se escapó por el desagüe. Errores impropios que ensuciaron el equilibrio y convirtieron a los de Pezzolano en un flan con tiritona.
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2
Sylla detuvo su carrera de forma abrupta. La pedrada se vio desde Dakar. Un vendaje prieto prolongó su agonía sobre el césped. Veremos si la desesperación no prolonga su ausencia. Tal vez el aguante responda a la escasez de soluciones. El punta blanquivioleta, roto desde que frenó en seco, se hartó y pidió el cambio. Su baja desnuda una planificación que vive en el alambre. Un aspirante no puede vivir con goleador y medio. Cédric pasa del limbo al medio de las tablas. Es lo que hay. Enero todavía está lejos y hasta cruzar esa frontera, el Pucela tendrá que sudar para no perder el paso.
3
A Masip siempre le acusan de comerse el larguero cuando el balón dibuja la comba. El catalán se mostró más firme en la distancia corta. Los reflejos son su fuerte, penalti incluido. Ante el cuadro valenciano no tuvo mucho trabajo, pero salvó la puja en el primer acto con una parada de balonmano tras un disparo a bocajarro. Los dos goles del Levante llegaron desde fuera del cajón. El arquero blanquivioleta llegó tarde. El demérito no es solo suyo. Golpeo libre de marca y barraca. La firmeza con el balón se travistió en una inquietante incertidumbre cuando el Levante coqueteó con el jardín de la trinchera pucelana.
4
El mercado de invierno es mucho más que una necesidad. El Real Valladolid no puede aspirar a nada sin tracción en el banquillo. Pezzolano confía en trece futbolistas. Poco más. Ayer no tuvo más remedio que meter a Cédric. Si Sylla no se hubiera lesionado, el canterano se habría marchado inmaculado. Con el choque en el más allá, el técnico uruguayo no encontró variedad en su banqueta. El Pucela no pasó muchos apuros, pero tampoco generó peligro. Dominio estéril. Los primeros cambios, no obligados, llegaron en el minuto 73. Los movimientos no agitaron el dibujo. Todo lo contrario. Anuar anudó la mejor versión de Moro. El puñal se escondió en la funda, para mayor gloria del Levante.
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5
La derrota va más allá de los tres puntos. El Pucela regresó a su versión aspirina. El Levante llegaba en plena crisis, el momento ideal para que el Real Valladolid se disolviera en el vaso de agua. Los de Pezzolano se convirtieron en un trampantojo. Pareció que sí, pero fue que no. La solvencia se acomodó en las zonas donde no sucede nada. El uy por delante del gol. Lo lógico habría sido un empate. El Levante tampoco tuvo más trabajo que aprovechar la indolencia vallisoletana, pero la derrota va más allá de los tres puntos. La lesión de Sylla representa un tsunami, pero la sanción de Iván Sánchez, que vio la quinta amarilla, desconcha el poco filo que le queda al cuadro castellano. Del segundo penalti consecutivo fallado por Monchu, poco que decir. Le va mejor la foia seca. Desde los once metros, pierde prestaciones. En el último partido aprovechó la bola extra y marcó. Ayer, lanzó igual de mal y el punto terminó en la basura.
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