Tiene que ser agotador vivir en la ofuscación permanente. El fútbol no es más que una excusa para encontrar la bronca. El otro día leí que una mujer había puesto las maletas en la puerta a su marido por no bajar la tapa del inodoro. ... Imagino que detrás de la anécdota habrá alguna justificación lógica para tomar una decisión tan drástica. O no. Quién sabe. En el caso del Real Valladolid, el romance entre una parte de la grada y el club tiene poco arreglo. Antes de intentar desmigar el asunto, conviene recordar que el sector crítico no representa a la totalidad de la afición, yo diría que ni al 15% (siendo generoso), del mismo modo que 10 comentarios, ni 1.000, en redes sociales tampoco son significativos sobre una hinchada de 22.000 valientes. El 'hater' tiende a ensalzarse a sí mismo como el adalid de la justicia y el líder que tiene la razón absoluta, pero en realidad solo se representa a sí mismo, no al resto, aunque busque una corriente que le arrope y le dé poder.
Es importante tener clara esta foto, antes de acomodarse en el diván, para entender lo que está ocurriendo en Zorrilla. La voz en grito pierde todo el argumento cuando solo vocifera en un sentido y regala la objetividad para enroscarse en una obsesión insoportable, en la que lo realmente importante, el rendimiento deportivo, se ha convertido en una comparsa. La protesta es lógica cuando el equipo juega mal y pierde. Si vas al estadio para insultar al presidente, al entrenador y a todo el que te lleva la contraria después de seis partidos sin perder, cinco triunfos consecutivos y a un paso del ascenso directo (si el Pucela gana al Espanyol), a lo mejor el que tiene que hacer la reflexión es el que odia, el hincha que presume de tener el escudo tatuado en el corazón y cuya única felicidad reside en que Ronaldo venda el club y haga un referéndum sobre 'la bellota' antes de cerrar la última maleta. El fútbol es rácano, cierto, pero el resultado manda y el cisco pierde legitimidad en un escenario en el que la mayoría, con mayúsculas, se va a casa eufórica y feliz.
El grito contra los brasileños es de mal gusto, sin duda, pero el club tampoco ha sabido gestionarlo de forma adecuada. Ha dado voz a una 'ínfima minoría' que ahora se siente más fuerte, comunicado arriba, comunicado abajo, gracias al altavoz de Ronaldo y Pezzolano. La afición en el fútbol es una especie de consejo de administración de una empresa al uso. La diferencia reside en que, en una compañía, los que están en la mesa se juegan los cuartos, mientras que, en el balompié, los abonados ponen en liza su corazón, la pasión. Justo ahí habita la clave. Por eso no se entiende la ruptura. El único objetivo es el ascenso. Lo demás, son pataletas y riñas de parejas inmaduras. El club y el sector espinoso no deberían perder la perspectiva de la realidad.