La sonrisa de Robert, las lágrimas de Luis
«El futbolista brasileño es uno de los pufos más groseros que ha pisado Zorrilla en los últimos tiempos»
Me imagino a Robert (Kenedy) en la butaca del avión, con media sonrisa, relajado, mirando al infinito a través del ventanuco. Pachuca le espera. No ... está mal. Después de un curso en el sofá, encuentra ahora una oportunidad de remotivarse en el Mundial de Clubes. El fútbol es así de curioso. El Real Valladolid no ha sido capaz de convencerle para escapar de los cojines en los dos mercados de fichajes y ahora, cuando el telón besa las tablas, encuentra una cesión que le permitirá volver a disfrazarse de futbolista. Espero su mensaje de alivio en redes. Como cuando Rubio le interpeló en rueda de prensa para señalar su bajo estado de forma y se reivindicó en Instagram. El brasileño es uno de los pufos más groseros que ha pisado Zorrilla en los últimos tiempos. La culpa de su bajo rendimiento es suya, pero la responsabilidad de haber firmado un contrato que ha estrangulado los límites de la primera plantilla es exclusivamente de la persona que autorizó su fichaje. Si nos fiamos del relato que brota de los empleados que ocupan las butacas de la zona noble debió haber sido Ronaldo, «que está al tanto de todo y valida todas las operaciones».
La sensación de alivio de Robert contrasta con las lágrimas de Luis (Pérez), que quiso exponerlas en público tras la derrota que certificó el adiós de Zorrilla a la máxima categoría del fútbol patrio hasta nueva orden. O hasta que se alineen los astros y las cabezas pensantes del club, las actuales o las futuras, tengan a bien dibujar un plan sólido para que el Pucela vuelva al sitio que merece por historia, por afición y por el prestigio que tiene la ciudad. Luis se sentó en el banquillo nada más termina el choque y rompió a llorar. Espero que su comportamiento le haga reflexionar para que consiga ser feliz en su próximo destino. El andaluz es un buen tipo, un futbolista que ha tenido momentos de lucidez sobre el césped, pero que debe dejar de confundir la presión de las redes, que muchas veces no representan a ninguna mayoría, con la voz de la afición. Solo así entenderá su profesión de otra forma, se centrará únicamente en elevar su rendimiento deportivo y dejará de lado distracciones y absurdos comentarios, que en Valladolid le han convertido en villano.
Este contraste de sensaciones, el llanto de Luis y la felicidad de Robert, representa también la encrucijada en la que vive el fan blanquivioleta, que no sabe si reír o llorar. Odia a Ronaldo, por su dejadez y la descomposición del club en todos los sentidos, pero se asoma al perfil de los hipotéticos nuevos dueños mexicanos y se echa a temblar. La semana pasada, mi compañero Arturo Posada hablaba del interés en Luis Carrión. No sabemos quién gobernará el club, si seguirá Catoira o si Mazziotti y compañía harán las maletas, pero estamos sondeando el mercado de entrenadores. Es el peligroso limbo en el que se mueve el Real Valladolid, que sigue desperdiciando semanas de oro para aclarar su futuro, para ponerse el mono de faena y configurar una plantilla coherente que pueda competir por el ascenso. A Ronaldo le mola más pasearse por la Fórmula 1 que contar la realidad de la situación actual del club. Y así, con la afición en ascuas, la ciudad a la espera y la parcela deportiva tiritando, el Pucela enfila el desenlace con la única ambición de dejar de hacer el ridículo, aunque la sensación de ridículo va a tardar en desaparecer desde las oficinas hasta el propio césped.
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