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1
Al Real Valladolid solo le queda la honra y el respeto al escudo. Por mucho que reme, nunca escapará del infierno porque ni tiene equipo, ... ni cuenta con los argumentos ni el ánimo necesarios para sacar las botas del fango. Álvaro Rubio se conforma con el trabajo. Qué menos. Eso se presupone, querido. En una situación como la actual, no basta con el relato. No sirve pretender una competencia digna y quedarte en el amago. Es inviable ganar a nadie, ni siquiera en Zorrilla, cuando el planteamiento coloca al futbolista más adelantado veinte metros por detrás, en campo propio, de la divisoria. Afrontar un duelo en el que no tienes nada que perder, con la ambición en el sótano del estadio, es algo similar a querer que te toque la lotería sin comprar un décimo. El verbo está bien ejercitado. Por mensajes motivacionales que no quede. Ahora, con la temporada amortizada, solo falta ver, de una vez por todas, a un Pucela que compita sin miedo ni ataduras, que juegue con brío y riesgo. Empeorar es imposible.
2
En esto consistía el rearme según Domingo Catoira, 'Dominguinho' en la distancia corta. La reforestación de la plantilla en el mercado de invierno era lo que vimos ayer, un once plagado de cedidos, futbolistas que están de paso y cuyo compromiso es inversamente proporcional a las jornadas que restan para el desenlace. No digo que no lo intenten, pero han llegado a un club en descomposición y su objetivo pasa más por revalorizar sus virtudes para buscar un futuro mejor que por contribuir realmente a que la agonía del Pucela no se convierta en una pesadilla sin retorno. Ninguno de los recién llegados ha mejorado a nadie. Rubio les pone porque es lo que hay, pero en realidad Aznou es peor que Rosa, Candela no remeda a Luis Pérez, Aidoo bastante tiene con no lesionarse, Grillitsch no sabe lo que es un esprín y Nikitscher está lejos de Juric. La recapitalización versión Catoirao.
3
Si es usted abonado, preste atención al buzón de su correo electrónico. No despegue el dedo del F5, que llega la epístola de la semana. No sé si la firmará Luis García, que le volverá a pedir perdón y le suplicará que siga atornillado a su butaca, o será Jorge Santiago, que tal vez le explique por qué no ha sido titular Henrique Silva. Lo suyo es que la siguiente misiva la rubrique Bruno Mazziotti. O mejor Paulo André, ese gran desconocido que se mueve mejor en la trastienda que la mano de José Luis Moreno en la espalda de Monchito. «Domingo, cállate», sería el gag cómico. A lo que iba, que el aliciente de cada semana reside en el contenido de la égloga, porque el fútbol ha muerto. No haría mal el Real Valladolid en calzarse el mono de trabajo y comenzar a planificar la próxima temporada en Segunda. Eso y que Ronaldo venda pronto. El resto, jácaras que no vienen a cuento.
4
Si el fútbol fuera justo, la plantilla del Real Valladolid, su director deportivo y todos los empleados relacionados con la parcela deportiva, incluido el nuevo CEO, cobrarían un tercio menos de lo estipulado en su contrato. Es lo mínimo. Han dado por finiquitada la temporada con tres meses de adelanto. Con entrenar no basta. Decía Mario Martín al final del choque ante el Celta que solo buscan esa victoria que tanto se merece la afición. Así está la cosa. Les vale con regalar un triunfo a esa parroquia que vive con el corazón encogido y la pancarta amarilla entre los dientes. 'Bordarlás lo define bien. «Esto es fútbol, papá». Pues eso.
5
Da envidia ver enfrentadas la realidad del Celta, que sueña con Europa, y la del Real Valladolid, en plena decadencia. Dos clubes que años atrás fueron almas gemelas y que hoy caminan por senderos opuestos. Da envidia ver a la hinchada gallega desbocada y a la vallisoletana deprimida. Da envidia, en general. Es triste ver cómo el Pucela se descompone por una gestión negligente, en todos los sentidos, y otros clubes de su misma idiosincrasia viven el presente con gozo y el futuro con ilusión. En Valladolid, el único deseo es que la grada no se llene de cemento y que institucionalmente el club viva un reinicio histórico para volver a dignificar su historia. Lo demás queda en segundo plano.
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