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Si Charles Darwin estuviera entre nosotros, andaría hora enfrascado en afinar su teoría de la evolución y la selección natural a través de lo que está ocurriendo en el entorno del Real Valladolid, tanto en lo relativo a su ecosistema interno como en lo referente ... a la competición en sí. Reduciendo mucho el darwinismo, el naturalista británico dice que las especies cambian con el tiempo, que las nuevas proceden de las preexistentes y que todas comparten un ancestro común. A partir de ahí, llega el ejercicio de supervivencia, la selección natural. En este punto es donde la adaptación al entorno resulta determinante y el Pucela de Pezzolano ha hecho un máster de cómo encontrar su espacio en un contexto hostil. Ha logrado la mutación en el momento más importante del curso y ahora trata de aclimatarse la fauna y la flora que gobiernan la cima de la clasificación para finalizar el proceso con la bocanada de aire fresco que representa sumergirse en un nuevo universo, en Primera División. Como ocurre en el ciclo de la vida, si lo consigue iniciará otro proceso de evolución y, por ende, de selección natural.
Este mismo mecanismo evolutivo pulula la Segunda División esta temporada. En un año de inestabilidad y sin un cacique claro, el paso de las jornadas y el hecho de aproximarnos al desenlace han ido fabricando una selección natural que puede tener un punto de inflexión definitivo si el Pucela vence al Espanyol. Entonces, se confirmará que en las tres jornadas que restarían para el cierre, tres equipos lucharían por las dos plazas de ascenso directo. Si se dan los resultados, Leganés, Eibar y Real Valladolid iniciarían su particular TFG (Trabajo Final de Grado) para poner la guinda a su arduo camino a través del darwinismo, la evolución y la selección natural, que finalmente nos entregará el nombre de los dos clubes que acceden a la siguiente pantalla.
Pezzolano podría ser el Darwin del siglo XXI. Ha hecho multitud de experimentos y ha conseguido darle sentido a la cadena. Con mucha suerte, sin duda, pero al final es lo que cuenta. Luis Enrique se lamentaba tras la eliminación del PSG a manos del Borussia de que habían disparado 4 veces al palo y tenían un 'goal expected' de tres. Bien, pero el que está en la final es el conjunto alemán. Esto es el fútbol. El fin siempre justifica los medios. Al Real Valladolid le han bastado cuatro latigazos de fútbol para elevar al infinito su eficacia y engarzar la mejor racha del curso en el momento clave. Las finales se ganan, no se juegan.
Todavía queda la recta final. No hay nada hecho, pero la inercia es positiva. El equipo blanquivioleta ha ganado consistencia y seguridad. Necesita poco para marcar y luego ha aprendido a abrazar la tierra firme sin necesidad de oxígeno, sin el sufrimiento de encuentros precedentes. Contra el Espanyol llega la reválida definitiva. Más que nunca, Zorrilla tiene que exprimirse para que el Pucela siga dando zancadas. No quería rematar estas líneas sin festejar la noticia más importante del año, la vuelta del doctor. 'Habilidoso', te echábamos de menos y tu vuelta es mucho más que un ascenso. Pase lo que pase, ya hemos ganado.
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