Ronaldo, que Dios te dé tanta salud...
Partido de vuelta ·
El anuncio de la venta del Real Valladolid solo podía llegar así, sobre la bocina, un día antes del partido que sella una temporada infameA Ronaldo solo se le puede despedir abriendo el refranero castellano. Hay uno que le viene al pelo. «Que Dios te dé tanta salud como ... descanso dejas». Pues eso. «Me piro, vampiro», que diríamos en los ochenta o «hasta luego Lucas», si fuéramos Chiquito de la Calzada. «Me renta». Así lo definiría cualquier hincha blanquivioleta de la generación Z después de leer el comunicado del club, en el que se anunciaba la venta del Real Valladolid a un fondo norteamericano. La ciudad respira aliviada, también inquieta. Se va el peor presidente de la historia, pero aún no sabe quién ocupará la butaca del fenómeno. Hacerlo peor es complicado, aunque en el fútbol todo es posible. La leyenda de la eterna sonrisa se marcha de Valladolid con un socavón en su expediente de dimensiones siderales. Llegó a bordo de un Mercedes lleno de promesas y se marcha en el mismo Mercedes, pero dejando un histórico rebufo de ruina deportiva. Europa se travistió de ascensor y el sueño trocó en pesadilla. El escudo perdió su esencia y cuando se quiso dar cuenta estaba en medio de una zanja, con la guerra civil instalada en la tribuna y el primer equipo hecho jirones.
Así es Ronaldo. Un tipo que empuñó la bandera de la ilusión, cuando tomó posesión en el salón de recepciones del Ayuntamiento, y que se escapa por la puerta de atrás, sin dar la cara, sin pedir perdón, sin haber pisado el palco de Zorrilla desde hace meses y con el club sumido en un abandono presidencial vergonzoso. Un legado convertido en despojo. Pensó que podía engañar al respetable con su halo de leyenda, pero el tiempo le ha reventado las costuras y ha mostrado su único objetivo: la rentabilidad económica. Y para conseguirla, no ha disimulado. Su sonoro fracaso se ha basado precisamente en su desmedida ambición y en pensar que el Real Valladolid era una especie de real estate. La gallina de los huevos de oro. Por eso reformó el estadio. Por eso quería construir la nueva ciudad deportiva y por eso quiso comprar Zorrilla al Ayuntamiento. Por eso no tuvo piedad para desplumar a la primera plantilla y vender el poco talento que tenía antes de firmar el peor curso de la historia. El euro por el euro. Falló en lo que supuestamente era su fuerte, en el fútbol, donde las matemáticas son una utopía y todo depende de que el balón cruce la última frontera del rival. Debería tener la lección aprendida. Es de primero de balompié. Pero no. Ronaldo quiso jugar a la ruleta rusa y le bala le atravesó la sien.
Ronaldo no podía vender de otro modo. En el Real Valladolid las operaciones se abrochan en el último suspiro. El anuncio de la venta solo podía llegar así, sobre la bocina, un día antes del partido que sella una temporada infame, con el tiempo justo para que la nueva propiedad aterrice en el club, se remangue y se ponga el mono de faena para reconstruir la ruinosa obra del astro brasileño.
A estas alturas, y después del esperpento sufrido, solo queda esperar que los norteamericanos, apoyados por un fondo europeo, tengan criterio, sensibilidad con la ciudad y con la masa social más amplia de la historia. Que vengan con ganas de invertir y que limpien la dirección deportiva para comenzar a construir el ascenso. El vallisoletano es noble pero desconfiado y no volverá a regalar su corazón a ningún fantasma. Con Ronaldo termina la peor pesadilla de la historia. Todo lo que venga, a poco, será mejor.
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