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Moro cae al suelo, trabado por un rival del Athletic Club. C. Espeso
Opinión

El Real Valladolid en el diván

Partido de vuelta ·

«El principal problema del Pucela reside en la mentalidad. El futbolista necesita escapar de los miedos que le atenazan para competir en igualdad. Debe dar la vuelta a su complejo de inferioridad»

Miércoles, 13 de noviembre 2024, 13:44

Hay una escena en el documental sobre Luis Enrique, en la que el técnico asturiano pisa el vestuario y entra en ebullición hasta que barre la mesa de botellas de agua con rabia y un sonoro manotazo. Era el descanso del duelo de Champions ante ... la Real Sociedad. «Qué tal señores. Seis jugadores nos presionan, seis eh, seis, no dieciséis. ¿Y no somos capaces de llevar el balón a estos (los delanteros)? Si tengo que quedar eliminado de la Champions, quedo eliminado, pero va a ser jugando al fútbol, ¡jugando al fútbol!». A partir de ese instante, con la misma energía, y al grito de «¡corrección!», se aproxima a la pizarra y comienza a recolocar las fichas para explicar cómo tienen que salir de la trampa diseñada por Imanol. «Cada vez que tengamos el balón, jugamos. ¿Hay que perder? Perdemos, chavales, pero jugando. Intento jugar chavales, ¡que somos ocho tíos contra seis!». El PSG remontó y accedió a la siguiente ronda.

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La clave de todo reside en el espíritu ganador de Luis Enrique, en su forma de encarar una situación adversa. Así es su vida también. Puedes ganar o perder, pero siempre con una idea, con unas señas de identidad y con resiliencia. Jugando al fútbol, que diría Lucho. En este contexto, no termino de visualizar el plan que propone Paulo Pezzolano, más allá de fabricar combates enfocados al nulo. En Segunda le funcionó bien y cinceló el ascenso sobre la agonía del triunfo en la última bocanada. En Primera, tanto en su debut como en lo que llevamos de curso, se ha demostrado que la táctica no sirve. El principal ejemplo de la mentalidad de pobre que destila el Pucela alcanzó su máxima expresión en el ejercicio de incompetencia que perpetró en el encuentro decisivo contra el Getafe, cuando dependía de ganar para salvarse. No tiró a portería. Más allá del cero, es el vivo retrato de ese carácter de perdedor que sigue construyendo el Real Valladolid en la máxima categoría. A partir de ahí, empates como el que concedió el domingo ante el Athletic no sorprenden. Cuando rilas sobre el alambre, cualquier soplido te estampa contra el suelo. Y lo peor de todo es la sensación de llegar al desenlace con el duelo ganado y saber que el Pucela es especialista en arrojar la renta por el desagüe sin despeinarse.

Más allá de las carencias futbolísticas que presenta el equipo (al menos Pezzolano salió ligeramente de su bucle táctico ante el Athletic y estuvo a punto de conseguir la victoria), el principal problema del Real Valladolid reside en la mentalidad. Y es ahí donde el técnico y su nutrido equipo de asesores tienen mucha plancha. El futbolista necesita escapar de los miedos que le atenazan para competir en igualdad. El Pucela necesita tumbarse en el diván y entender que no tiene nada que perder. Peor es imposible. Todo lo que venga, si consigue dar la vuelta a su complejo de inferioridad, será un paraíso. Es el único camino para que un defensa no cometa una falta absurda por ir a la desesperada en el minuto 93, que cuatro centrales no sean capaces de marcar al delantero rival más peligroso en la última jugada del partido o que los futbolistas encargados de crear el contenido ofensivo tengan claridad mental para dar al 'on' y generar oportunidades de gol. Con pausa y sin ansiedad todo resulta más sencillo. Trabajen la mente, señores.

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