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El Real Valladolid está a un suspiro del ascenso directo y a medio soplido de estampar su escudo contra el fracaso que supone vivir al ... otro lado de la frontera que marca la promoción. El Elche irrumpe con fuerza, como era de esperar, y el resto va estabilizando sus carencias para atarse bien los machos ante un epílogo que se presenta tan incierto como las prestaciones que ofrece el cuadro castellano. No sé si Pezzolano tiene que convocar de nuevo a las familias y llevárselas de excursión a Ferrol o si necesitamos que Ronaldo haga un break en su agenda para ponerse en forma y calzarse el 'nueve' que nos lleve a la gloria. Eso, o que se siente con los delanteros y les dé una máster class de cómo moverse entre la defensa, cómo generar huecos imposibles y, sobre todo, cómo plantarse delante del portero con las canillas prietas y el gatillo tenso, la mente despejada. Me da igual la forma escogida. Solo vale ganar, porque con la tendencia de los rivales directos, ya no hay margen para desaguisados como el de Andorra o rachas negativas. Ni siquiera minirrachas, ni accidentes puntuales. Puño de hierro o brazo de paja. Ahí va a residir la diferencia entre abrochar el curso con los deberes hechos o tener que acudir a la repesca (si es que nos llega).
Una de las teorías sobre la toponimia de Ferrol habla de que su nombre procede del término latín ferrum. La ciudad del hierro. Ahí es nada. Es cierto que muchos historiadores descartaron esta hipótesis y sitúan el origen del apelativo de la villa en San Ferreol. Me valen las dos opciones. La primera para que el Pucela cincele en tierras gallegas el traje de hierro que le tiene que convertir en un aspirante indestructible y la segunda para que, por fin, consiga evangelizar con su fútbol, con los resultados que, de una vez por todas, le alejen de la incomprensión social y deportiva. Primero Ferrol, más tarde Éibar, el equipo armero. Todo cuadra. Señales del destino. Es el camino, hay que terminar de forjar la personalidad blanquivioleta para que los dos próximos partidos representen el punto de inflexión definitivo.
Qué cosas. Estamos hablando de forjar la personalidad y encontrar por fin un equipo reconocible a doce jornadas para el desenlace. No es lo óptimo. Como tampoco lo es la ubicación del Pucela en la tabla, a un punto de quedarse fuera de la pedrea y a dos del premio gordo. En cualquier caso, es lo que hay. Pezzolano ha cometido todo tipo de desmanes (tácticos, técnicos y de gestión del grupo) desde que pisó por primera vez el vestuario pucelano, pero es el patrón que ha escogido el club depositar el barco al otro lado de la zozobra y no queda otro camino que confiar en su pericia. Como favor, solo le pediría que no olvide el peso del escudo ni las exigencias de este club, que deje los experimentos para otro momento y que se centre. Esta semana, mi compañero Cristóbal escribía sobre esto. 27 alineaciones distintas en 30 jornadas. El dato mata al relato. Poco que añadir. Esperemos que en las próximas doce citas, la hinchada no tenga que ejercitar la memoria para recordar el once ideal.
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