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En el Real Valladolid confluyen determinadas circunstancias que convierten su realidad en la cuadratura del círculo. El curso comenzó con el cielo azul y ahora resulta imposible ver el sol. Las nubes son densas y la penumbra encoge el ánimo, acogota el corazón. El horizonte ... se presenta sinuoso y escarpado. ¿Hay tiempo para cerrar el paraguas y no terminar la temporada como una sopa? Sí. ¿Hay argumentos para creer en una resurrección? Cada vez menos. Me aferro al número de jornadas consumidas para albergar un halo de esperanza. Me fijo en diciembre y veo algo parecido al paraíso, pero también me entra el canguelo cuando pienso en la pericia de Catoira. El margen de error en el zoco invernal es más delgado que el pelo de una gamba.
A lo que iba. A las circunstancias. A lo que no puede ser. No puede ser que Pezzolano cierre con una sonrisa el mercado de verano y cuando llegan las primeras curvas hable de una plantilla justa. Es lo que hay. Debería haber levantado el dedo antes, no cuando la única solución es que diciembre obre el milagro. Esperemos que no sea tarde. Mirando la tabla, los resultados y las sensaciones me entra vértigo.
No puede ser tampoco que Catoira salga a explicar el 'fair play' financiero y el galimatías sea ya inabarcable a la mente de cualquier humano. ¿Por qué otros equipos de corte similar pueden reforzarse y no dejan la plantilla coja? ¿Por qué se cierra la ventana sin lateral izquierdo y sin recambio? ¿Por qué se configura un vestuario con futbolistas a los que se ha querido dar salida y chavales del filial que no tienen experiencia para competir en Primera? Tampoco está claro el motivo de la venta de Boyomo y la desnudez del eje de la zaga con dos descartes del peor Valencia de los últimos años. Es como dar la vuelta al revólver y pulsar el gatillo.
No puede ser contar con la masa social más grande de la historia y que el club no acierte a engrasar la relación con una hinchada que el año pasado gritaba contra Pezzolano y ahora mira con recelo a la dirección deportiva y al palco. La paz social es una utopía. No digo que la entidad blanquivioleta no haya hecho nada, todo lo contrario, pero está claro que la única tecla que funciona es la deportiva y, de momento, está gripada. En el fútbol, el futuro de las empresas va más allá de la rutina de cualquier compañía. Aquí, el sentimiento del cliente es hondo y el éxito deportivo representa el 95% de la satisfacción o la decepción de tu ecosistema. Demasiadas aristas en un contexto de eternas apreturas económicas para confeccionar una plantilla que compita en Primera.
No puede ser que Pezzolano diga que primero el del club, en alusión a los jóvenes, y luego apueste por Machis y Kenedy o utilice a Juric como central por delante de Torres. No puede ser elevar la queja sobre una plantilla escasa y no encontrar al menos un once solvente. ¿No hay ni once a los que puedas alinear hasta que las piernas aguanten? ¿El físico no da ni para ocho jornadas salpicadas por dos parones? Apuesta por un bloque sólido, colócales bien y a competir. Hay cosas que no pueden ser. Seguro que hay muchas más, pero las que relato resultan decisivas. Por eso, el Real Valladolid no encuentra el camino para salir del fango. Y lo peor es que las arenas no tienen pinta de solidificarse.
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