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1
A Gustavo Henrique se le da mejor el remate que el achique. Al menos de momento. Será cuestión de tiempo que vaya cogiendo empaque. Y en este camino hacia su mejor versión, el central brasileño le debe mucho a Pezzolano, que sigue manteniendo su ficha ... en la pizarra. Contra viento y marea. Por eso, Henrique primero se sorprendió, cuando embocó la comba prieta que conectó Monchu desde la esquina, y luego corrió para abrazarse con el técnico. Le faltó extender el índice y dedicárselo. Henrique parecía Gulliver en Liliput, rodeado de rivales que le trepaban para derrumbarle. Sacó el pescuezo, giró como pudo y Badía se quedó con el molde. El gol cambió los pitos por loas y el miedo por solvencia. Duró poco.
2
La pizarra de Pezzolano dibujó un trampantojo sobre el césped. En la tele marcaron un 3-4-2-1, pero la realidad es que el Pucela actuó con cinco defensas y medio. El entrenador blanquivioleta entendió que las grietas de las tres últimas derrotas respondían a la falta de hormigón y tapó la zanja con la masa muy densa y una alineación con seis futbolistas de corte defensivo y cuatro más afilados. La probeta no estalló porque Henrique atinó antes de que el ambiente se convirtiera en un machete. La poblada retaguardia no aportó equilibrio. De hecho, generó cierta inferioridad en el centro del campo que entregó espacios y oxígeno al Elche durante la primera media hora.
3
El Real Valladolid es una aguja que enhebra las efemérides como nadie. Hay cosas que solo ocurren en su microuniverso. Un rival llega muerto, el Pucela lo resucita. Hay que romper un récord adverso, ahí está el Pucela. Imagine cualquier situación inverosímil, sobre todo negativa. Ahí está el Pucela. El empate del Elche es el mejor ejemplo. Gaspar, que se disfrazó de Rey Mago, clava el codo en la frontera entre las partes blandas y las nobles de Boyomo. El VAR corrige la amarilla. Roja. Un equipo normal, con 1-0 y un futbolista más sobre el verde, habría respirado tranquilo. El conjunto castellano dio la vuelta al revólver y se pegó un tiro. Entre la cobertura de Juric y la cantada de John, Sergio León, un ex que salió al césped ovacionado, mete la cabeza y… Pues eso, gol en la misma jugada. El andaluz no marcó el segundo de milagro.
4
Hace años que la noria, la grande, no se acomoda como vecina del templo blanquivioleta durante las fiestas. No importa, tenemos a Pezzolano, que mueve la rueda como nadie. Yo me mareo cada vez que veo el once. Ayer, aceleró la rotación con los cambios. Lo primero que hizo fue descomponer su idea inicial y volver a cuatro defensas. Minuto 55. Después, se afanó en meter centrocampistas como si se fuera a terminar el mundo y cambió a Marcos André, que no terminó expulsado porque la Virgen de San Lorenzo todavía tiene desplegado el halo. A Jony no le pudo salvar de la niñería. Esperó hasta el 80 para apostar por dos puntas. El Pucela jugó peor contra diez. Y ya es difícil. En igualdad, vivió de la estela que dejó el gol de Henrique. El 'storytelling' blanquivioleta tiene menos argumento que la amnistía del procés.
5
El Real Valladolid no consigue escapar de la incubadora. Si fuera un bebé, sería sietemesino. Está sin hacer. No tiene un patrón definido. Cada partido es una aventura diferente, un planteamiento nuevo. Lo malo es que los vaivenes no tienen que ver con la adaptación al juego del rival, que podría ser algo lógico, sino con la búsqueda estéril de una identidad concreta. El entrenador no cambia porque escruta los defectos del contrario, sino porque no consigue zafarse de la jerigonza que tiene en la pizarra. Un equipo que sueña con el ascenso no puede estar desmadejado en la quinta jornada, ni empatar en casa contra diez. Lo dije entre semana. El banquillo necesita otro aire.
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