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A Pedro Herrero se le ha ocurrido una fórmula magistral para que el Real Valladolid salga del atolladero. Asegura que hay que anclar el club ... a la ciudad y «rescatarlo de la deriva institucional». Ya está. Si la propiedad es vallisoletana, Zorrilla será una fiesta de goles y gestas, y el club nadará en billetes y jugará la Champions. ¡Ay, Ronaldo! No dice el portavoz socialista de dónde va a sacar los euros para comprar una empresa privada con accionistas y consejo de administración. A lo mejor está pensando en nacionalizar el club. O quizás llame a Ronaldo a su despacho, como Pedro Sánchez a Pallete, para decirle que se acabó, que hasta aquí hemos llegado. Mi compañero Juanjo López lo define de forma estupenda en el titular de su reportaje: 'En busca del espíritu del 92'. La diferencia entre aquel club al borde de la desaparición y el actual, por muy mal que lo haya hecho Ronaldo en el capítulo deportivo, es más que evidente. Entonces, la ruina era un hecho. Ahora, la entidad blanquivioleta tiene solvencia y una estructura más sólida. Eso sí, en todo lo relativo al fútbol, el Pucela está en quiebra técnica.
Es lo que le faltaba al Real Valladolid, embarrarse en la refriega política. Es la guinda. La intervención de Pedro Herrero forma parte de un claro oportunismo político, sobre todo porque en su comunicado abraza con una mano al alcalde y con la otra descubre su verdadero objetivo, que no es otro que intentar desgastar al gobierno municipal con un asunto que sabe que llega de pleno al corazón de los vallisoletanos. «En este tema no hay tintes políticos y estamos a su disposición (la del alcalde)», asevera. Unas líneas después, suelta el guante: «Si tiene tan buena relación con Ronaldo, de la que presume, a ver si le hacen precio amigo». Excusatio non petita,…
La búsqueda de inversores para salvar al Real Valladolid de esos rudos forasteros con aviesas intenciones se hace en la trastienda, en la distancia corta, en el contexto de los negocios, del futuro y la ciudad. Anunciar una moción no es más que un acto de cara a la galería para empuñar una bandera que puede traducirse en votos. La mejor forma de convencer a Ronaldo no es con una carta insípida, sino poniendo encima de la mesa una oferta concreta, dando nombres, apellidos y cifras. En el lenguaje hueco de Herrero, «los inversores son los que han salido en las crónicas de los medios». Es decir que, al margen del oportunismo, el Grupo Municipal Socialista no tiene nada nuevo. No tiene nada, en realidad. Solo pretende agarrarse al espíritu del 92 como asidero romántico del asunto. Carnero ya comentó hace algunas semanas su preocupación por el futuro de la entidad blanquivioleta y me consta que se está moviendo donde realmente se acomodan estas operaciones, no delante de un micro para cabalgar una ola con aspecto de urna. «La pelota ya está rodando», como reconoce Herrero que le apuntó el alcalde.
Nos guste o no, el club tiene un dueño. Ronaldo se lo compró a Suárez. El alcalde en ese momento era Óscar Puente, que lució gallarda sonrisa al lado del astro brasileño (también se llevaban bien). Con el Real Valladolid al borde de la quiebra, entonces sí, el Ayuntamiento no pensó en un plan de empresarios locales para salvar al club de manos extranjeras. Al Pucela de Suárez le devoraban las deudas. En ese momento, todos pensamos que el futuro sería brillante. Siete años después, la parte deportiva ha derrumbado el legado de Ronie. Más allá de églogas políticas ineficaces, el Pucela necesita inversores reales con un plan, experiencia y éxito contrastado en la gestión económica y deportiva. Que sean de Valladolid o no, no garantiza nada. Lo demás, puro populismo.
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