![La paz sea con vosotros](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/09/13/pezzolano-entrenamiento-kCgD-U210148265296x0G-1200x840@El%20Norte.jpg)
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El barco no va a salir vivo del tsunami si los que tienen que empujar se dedican a hacer astillas el casco. La afición es soberana, paga para expresarse como quiera, pero con un poco de orden y una pizca de cordura. Unas gotas de ... egoísmo, si me apura. Zorrilla tiene que ser una olla a presión, pero para el adversario, no para los futbolistas que, gusten o no, son los que tienen que ganar partidos para que el Real Valladolid no termine ahogado en el fango de un abismo sin retorno. Basta con consultar al Deportivo o al Málaga. Lo que hoy nos parece un drama, sería un parque de atracciones si el club no consigue poner coto a la ansiedad deportiva y la hinchada no logra canalizar la indignación.
Las protestas son lógicas. Los resultados son pésimos. La imagen y el descontrol que destila el equipo son casi peor que los cuatro puntos en cinco jornadas. Ahora bien, convertir el feudo propio en un tiberio atiborrado de insultos, silbidos y aplausos al rival, tampoco es el camino para que las canillas de los futbolistas muten de gelatina a hormigón. Si queremos que el cuadro castellano comience a respirar, hay que convertir los 90 minutos de juego en un espacio sagrado, donde prime la voz de ánimo por encima de la implosión. Antes del pitido inicial, camino de los vestuarios, en las redes o en el bar tomando un vino, que cada uno exprese la ira a su manera, pero cuando el balón esté en movimiento, aúpa Pucela. Fuenteovejuna. Lo contrario será seguir haciéndonos el harakiri.
Soy el primero que afila el verbo para desnudar la rácana gestión deportiva de Pezzolano. Tiene números de INEM desde que rubricó su contrato. Hacerlo peor resulta complicado, casi una hazaña. Pero es lo que hay. El club le ratificó el lunes. Ya sabe cómo es el fútbol, la confirmación de un entrenador suele ser el aperitivo de su salida. En este caso no lo tengo tan claro. Catoira dice que estamos en pretemporada y el reflejo de esta afirmación se proyecta sobre el césped, donde no hay ni pies ni cabeza. Eso sí, si un tropiezo el sábado le mantiene al frente del banquillo sería ya un hito histórico. Confianza ciega.
A lo que iba. Que la guerra civil no es el sendero ideal para encarrilar el rumbo. El audio que lanzó el lunes Radio Marca, en el que Pezzolano dialoga, por decir algo, con un grupo de aficionados tras el empate contra el Elche es demoledor. ¿Alguien piensa que el míster no pone a los que considera mejores? ¿Quién puede pensar que un entrenador que se juega las lentejas construye sistemas para perder? El problema es más de impericia para entender a un vestuario que tiene más lunares que un vestido de gitana y que no escapa del galimatías porque su técnico no encuentra el camino para despejar la equis. En cualquier caso, le honra dar la cara, aunque las cuentas se rinden en otros foros. Es una moda insoportable que los fans mosqueados esperen a los protagonistas a la salida, como si fuera una bulla callejera en la puerta de una discoteca, para decirles obviedades y lanzarles exabruptos injustificables. En el insulto muere la razón y el club ya no pertenece a los que juegan a ser dueños por el sentimiento y la historia.
Toca arrimar el hombro y no ensanchar el estado de nervios en el que se encuentra sumido el Real Valladolid. Las quejas es mejor exhibirlas en otro contexto. Hay tiempo, pero cada pilar debe volver a su sitio. El club tiene que hacer examen de conciencia y autocrítica; Pezzolano y la plantilla deben aclararse; y la afición resulta imprescindible para que la resurrección no sea una utopía. La paz sea con vosotros.
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