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1
El Real Valladolid y el Tenerife metieron la pala y ahuecaron el césped para convertirlo en una trinchera. Cada uno en la suya. Partido para muy cafeteros con dos equipos que se empeñaron en el cero y exhibieron una notable incapacidad para buscar algo más ... que romper el ritmo del contrario durante el primer acto. Con los porteros como decorado y los delanteros convertidos en coches de choque, el fútbol murió en medio del huracán. Quiso un poco más el Pucela, empujado por el sonrojo de Éibar y su condición de anfitrión. Qué menos. Al cuadro castellano le faltó velocidad en la circulación de balón y desmarques de ruptura para intentar sacar el enemigo de la zanja. Iván Sánchez perdió eficacia en el desborde abierto. Su papel resulta más determinante cuando el movimiento vira hacia el centro. Por fuera, su diestra no tiene el mismo tino que la zurda y sus envíos murieron en la orilla. En el otro costado, Anuar se dejó llevar por la lógica y escapó de la cal para buscar el interior. ¿Resultado? Batalla cerrada, las bandas obturadas, nula capacidad creativa y demasiados toques para poner el balón en el área. Pezzolano agitó el avispero con Moro. Tardó una hora en verlo.
2
Enric Gallego y David Torres se anotaron la matrícula mutuamente nada más pisar el césped. El canterano dio la bienvenida a su oponente con un meneo que el atacante lamentó con gestos de dolor y la mirada fija. El colegiado abrochó el debate: 'juegue, juegue'. Al punta del Tenerife se le grabó a fuego la tarascada y media hora después le devolvió el regalo. Falta clara. El duelo entregó algo de chicha a un partido, que en la primera mitad resultó soporífero. La segunda parte arrancó con otro ritmo. El Pucela se quitó el corsé y detuvo la inercia en la que le había enterrado el Tenerife. Afiló el punzón por el costado izquierdo y el escudo tinerfeño comenzó a enseñar las costuras tras el intermedio.
3
Pezzolano volvió al dibujo que mejores prestaciones ha ofrecido este año. La paliza de Eibar tuvo reflejo en la pizarra del choque ante el Tenerife. Por fin borró a los tres centrales, un sistema que debe esquilmar de su libreta si no quiere convertir el hormigón en gelatina. El brillo no apareció, y de forma tenue, hasta el segundo acto. Más que luz, el cuadro castellano exhibió fe y arrestos. Ataque por insistencia más que por calidad, pero me sirve cualquier camino si en la meta encontramos la victoria. El conjunto isleño jugó a convertir el partido en un vacío infinito y se estampó contra un oponente, que en la reanudación metió plomo en los guantes y se puso en el medio del ring para encontrar el KO antes que los puntos. Monchu prefirió la sutileza, Rosa la potencia. El Tenerife al suelo.
4
El fútbol de Monchu es otro rollo. No tiene euros el Pucela para agradecer su decisión de continuar en Segunda. Qué clase. Normalmente usa el empeine. Ayer prefirió la caricia con el interior para dibujar un pase a la red. Futgolf. Acomodó el cuerpo, bailó antes del impacto, acopló la cadera, abrió el compás y Sylla se convirtió en contorsionista para no emborronar la obra de arte de su compañero. El juez del VAR esta vez miró con buenos ojos al Real Valladolid y Pezzolano respiró aliviado. El conjunto castellano lució más con el mono que con el frac. Vivió una metamorfosis anímica tras el descanso que le sirvió para recomponer su uniforme y salir de la trinchera. El fútbol no se zafó de la tiniebla, pero la actitud, el brío y la determinación derribaron al Tenerife a empujones. Masip, que volvía por fin al once, solo tuvo trabajo al final, cuando al equipo blanquivioleta le comenzaron a temblar las piernas antes del gol de Rosa.
5
Imagino que Pezzolano y su amplio equipo de ayudantes habrán aprendido la lección. El Real Valladolid debe actuar siempre como un profesional senior y no como un becario. La debacle de Eibar y la primera parte de ayer son experiencias muy claras para que el cuadro castellano no vuelva al rincón de pensar. La especulación nunca es buena. Si el rival es el Tenerife, tienes margen de maniobra y puedes arreglarlo, como así fue, en la segunda parte. Si tu oponente es un púgil más talentoso, entonces el beso a la lona está más que asegurado. El Pucela nunca puede perder su personalidad, el bastón de mando, la obligación de ganar. En Eibar se dejó ir por el sumidero y ante el conjunto canario estuvo cerca del precipicio.
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