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Oliveira equilibró al Pucela en Cartagena cuando el cuadro castellano exhibió su versión más aseada. Estaba claro que Pezzolano se iba a conformar con el triunfo y no tenía intención de indagar sobre la capacidad de mejora de su equipo para doblegar con ambición al ... Eldense. Zorrilla merece mucho más que la inercia a la que somete el Real Valladolid a su público ante adversarios de dudosa capacidad futbolística. El míster es un resultadista nato y lo demuestra hasta en los entrenamientos. Sin Sylla, rehabilitó a Marcos André, que continúa fuera de forma, y sentó a Iván Sánchez para entregar el filo por el perfil diestro a Salazar. Agua. La fórmula fracasó con estrépito y presentó a un conjunto vallisoletano plano, sin alma, con movimientos a cámara lenta, sin imaginación ni criterio y demasiados problemas para contener el despliegue de un contrario claramente inferior. Una vez más, la teoría del míster se cimentó sobre Newton, aunque en el ecosistema blanquivioleta la gravedad tarda en surtir efecto.
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Pezzolano metió a Moro por obligación. Biuk se rompió en una contra en el primer acto. El catalán es el futbolista franquicia, el que marca la diferencia. Siempre encara, siempre rompe, nunca rehúye la gambeta. Ante el Eldense, calentó la máquina hasta el descanso y se convirtió en la única esperanza tras el intermedio. Al Pucela solo le queda el talento individual, aunque al técnico le cuesta ver quiénes son los jugadores que rompen la monotonía. Por eso sigue avanzando a trompicones. Estoy seguro de que Moro no habría entrado hasta pasado el minuto 60 si el croata hubiera estado sano. El Real Valladolid vivió lastrado por la nula elasticidad de su dibujo. Moro abrió un halo de luz en medio de la tiniebla. Esperemos que Pezzolano lo vea por fin y deje de esconder sus mejores bazas debajo del tapete.
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La jugada de estrategia del Eldense, a la salida de un córner, sonrojó al Pucela. Timor escenificó el maleficio del ex con una volea desde la frontal que besó la red tras el contacto con la testa de Javi Sánchez. El VAR evitó la tragedia en medio del clásico 'Pezzolano, dimisión'. No entiendo la decisión, pero la agradezco. Tenía la esperanza de que el Real Valladolid se levantase de la butaca espoleado por el favor arbitral, pero el cuadro castellano permaneció en posición horizontal, con las ideas desparramadas, incapaz de hilvanar una jugada aseada más allá de los arreones individuales. Para eso están los euros. Al Eldense le faltó precisamente eso, calidad. El equipo levantino tuvo mejores oportunidades y vio cómo le anulaban dos goles, pero la dictadura del presupuesto decantó la balanza en favor del rácano conjunto local.
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Espero que la flor de Pezzolano no se marchite en los siete partidos que restan para el final. El míster me ha contagiado su resultadismo. Mi listón de exigencia futbolística se lo salta un hámster. Solo quiero ver ganar al Pucela. Es triste, porque normalmente uno suele buscar disfrutar del buen juego y que los resultados acompañen. Pero claro, nos encontramos con los planteamientos y posteriores lecturas de los encuentros por parte del técnico uruguayo y la verdad es que poco nos pasa. Que el Real Valladolid siga peleando por el ascenso directo es un milagro. A lo mejor hasta lo consigue. Dios quiera. El tema es que Pezzolano volvió a aplicar su sello timorato al encuentro y tardó una vida en leer lo que pedía el choque. No cambió su planteamiento hasta el minuto 68. Le gusta ir a la desesperada. La última ventana de cambios representa la perfecta definición de su impericia. Iba a colocar a Negredo, pero Monchu embocó y optó por Juric. Boyomo por Javi Sánchez. Kenedy terminó como 'nueve' y de nuevo llorando, lesionado. El Eldense lo tuvo fácil para encerrar al Pucela. Y no empató porque hay un ángel de la guarda por ahí escondido que ayer quiso que ganase el equipo blanquivioleta. Espero que al angelito no se le agote la bondad.
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El Pucela vive de la destreza individual de sus futbolistas. Ayer fue la cabeza de Monchu la que evitó el bochorno en Zorrilla. No hubo más. El Real Valladolid se ha instalado en el encefalograma plano. Antes del encuentro le dije a mi hijo mayor, 'hoy ganamos 4-0'. Me sigo dejando engañar. No me bajo de la idea de que algún día el equipo blanquivioleta recupere la coherencia, aunque cada semana me llevó un bofetón de realidad que me deja el moflete ardiendo. El Eldense parecía la víctima propicia en el fortín, pero nada, no hay manera. Si el choque hubiera sido un combate de boxeo, habría concluido en pelea nula. Como solo restan siete episodios, vamos a ser prácticos. Un resultado para soñar, un fútbol para romper a llorar, sin consuelo. El ascenso directo al ras y el liderato a cuatro puntos. Me quedo con eso.
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