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Pezzolano ha delimitado el espacio en el que Amallah se convierte en un futbolista determinante. Es una de las diferencias que exhibe el Pucela con respecto al pasado. El marroquí cincela un enganche con músculo y pegada. Alejado del mediocentro, rinde mucho mejor porque gana ... prestaciones cuando se asoma al balcón del área rival. Ayer marcó a la primera. Tuvo suerte, la rozó a la remanguillé, pero dejó a Reina sin recursos. Abrió el bote y estabilizó la mentalidad de un equipo, que ayer demostró que ha recuperado la eficacia. El gol aplastó la cresta de la incertidumbre y convirtió al Real Valladolid en un bloque, cuajado de solidaridad, sacrificio, tensión, ambición y fe en sus virtudes.
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Larin es mucho más que un killer. El canadiense aporta centímetros e intensidad. Fran Sánchez y el club reciben muchas bofetadas cuando se evalúa la aportación de los nuevos fichajes, pero en este caso el aplauso debe ser colectivo. Más allá de los goles, que le brotan de forma natural, Larin genera espacios, baja a recibir, fabrica el fútbol de la segunda oleada y ayer también se mostró incisivo en la conducción, en la salida desbocada al contragolpe, con una zancada descomunal que amedrentó al Villarreal y regaló alas al despliegue blanquivioleta. Larin ya es imprescindible, un futbolista con el esfuerzo a flor de piel y el gol como bandera, aunque ayer no hiciera diana.
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No importa el rival ni el escenario. El Pucela siempre va contra las manillas del crono. Bueno, más bien son los árbitros los que entienden que con el Real Valladolid todo vale. Ante el Mallorca, el trencilla se comió el descuento con desparpajo y poco respeto. Ayer, con el marcador a favor, el reloj mental del colegiado se estiró como un chicle. Por suerte, la moneda bailó sobre el suelo y terminó con la cara mirando al cielo, pero la dinámica es curiosa. Si el Pucela pierde, el descuento es una anécdota. Cuando el viento empuja la vela vallisoletana, la arena se hace barro en el embudo del reloj de arena. Pezzolano vio la roja. El Pucela habría tirado la pelota fuera con un rival caído en el área pequeña.
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La mueca del Pucela ha cambiado. Si la languidez y el conformismo fueran verbos, se conjugarían en pretérito. El nervio de Pezzolano se refleja ya en su equipo, que tiene la mandíbula tensa y actúa con empaque, sin miedo, sin complejos. Ganará o perderá, pero nunca lo hará sin competir. Lo ensayó en la última media hora del duelo contra el Mallorca y ayer completó un ejercicio de resurrección de conceptos, con el sistema ceñido, las líneas cohesionadas y el amor propio como bandera. El gol de El Yamiq es el vivo retrato del modelo Pezzolano. Un central que sale de la cueva, corre con fe, desborda, llega al área y marca como si fuera un caballo desbocado. Así es el Pucela del técnico uruguayo.
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Pezzolano representa la versión uruguaya del cholismo ilustrado. Pasión, rectitud, personalidad y, sobre todo, duelo a duelo, minuto a minuto. Cada partido es una final. El pasado no importa y el futuro no existe. La vida es hoy. 90 minutos a cara de perro. El segundo dardo ha dado en el punto rojo. Queda mucho por delante, pero los tres puntos de ayer pueden resultar determinantes. El Real Valladolid ya no pisa el verde con el uniforme arrugado. Actúa sobrio, con las ideas claras. Un planteamiento que amarra y despliega con la misma contundencia. Hongla aporta equilibrio en el cierre, los centrales se encuentran más arropados, y el resto del equipo ocupa los espacios con criterio para atacar con filo y defender con solvencia. Es el camino.
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