Cuando medio metro es un abismo

Masip está fuera del punto. El fútbol es injusto y no tiene memoria, pero es lo que hay. El portero siempre cuenta con un riesgo especial porque custodia la última línea. Por eso, sus errores son más groseros y sus intervenciones salvadoras adquieren tintes históricos. A Masip le ha tocado la cruz y Asenjo no debería pasar más tiempo empujando la arenga desde el banquillo. El arquero blanquivioleta ha salvado el pellejo de su equipo en multitud de ocasiones, pero estamos en esa fase en la que medio milímetro cuenta y el Pucela no puede entregar las llaves de su arco a un yogur de gelatina. La solidez debe comenzar bajo palos.

El Pucela era un equipo inquebrantable desde la llegada de Pezzolano. Los movimientos dibujaban sobre el césped una partitura bien afinada. Sin ser una obra maestra, el equipo vallisoletano corría con orden y solidaridad, percutía con intensidad y se abrazaba a la eficacia como vector hacia la permanencia. El viaje a Valencia lo quebró todo. De tres puntos a uno y de uno a cero. El Atleti solo tuvo que esperar al desparrame. Cuatro gazapos y tres puntos menos para el Real Valladolid. Eso en defensa. En ataque, el duelo cinceló la distancia entre un conjunto madrileño que necesitó poco para marcar y un cuadro castellano al que las prestaciones se le han escapado entre los dedos.

A Pezzolano se le ha terminado el viento a favor. Es como el comercial que se incorpora a una empresa para generar nuevo negocio y el primer mes cuaja el calendario de reuniones con viejos contactos. La puerta fría es más arisca y siempre llega. El técnico uruguayo necesita hacer el primer reset. No estuvo mal el Pucela ante el Atleti, pero cometió errores imperdonables, desajustes que contra un grande te mandan a la lona antes del primer pestañeo. Correr y pelear pasan a un segundo plano. Si el rival te aniquila en un suspiro, con tu portero y la retaguardia convertidos en un cromo, lo demás ya no sirve. El entrenador uruguayo tiene que revisar el armario para buscar mejores outfits.

La bola definitiva se jugó en Valencia. Porca miseria no haber sumado al menos un punto. La derrota de ayer estaba tecleada. Es lo normal, aunque el Pucela planchó la alfombra para que el Atleti, sin hacer nada del otro mundo, se llevara los puntos. En beneficio del conjunto blanquivioleta hay que poner sobre las tablas su enorme actitud, el ímpetu que le debe llevar a la permanencia. De momento, una jornada menos y cuatro puntos por encima del abismo. El espíritu Pezzolano ciñó la pelea. En épocas pretéritas, los futbolistas habrían terminado sonrojados y la hinchada resignada. El 2-3 enseña el camino de un equipo que nunca se rinde. El 2-5 representa un retrato que el técnico debe borrar cuanto antes.