Cuando la matemática es el conjunto vacío

Primero fue el escudo. Más tarde, Ronaldo. Después, Pezzolano. Mañana será cualquier otro tema. Ayer, la excusa fue el partido de los lunes. Una parte de la hinchada amedrentó a Tebas abandonando a su equipo durante los doce primeros minutos. Me imagino al presidente de LaLiga rilando y reconduciendo su planificación horaria después de sufrir la enérgica protesta de las peñas pucelanas. Si el camino para reclamar respeto es faltárselo a tu propio equipo, no tengo más preguntas, señoría. ¿Qué sentido tiene dejar sin aliento a los tuyos justo cuando más lo necesitan? A veces me pierdo con estas manifestaciones de inconformismo. La siguiente será aplaudir al rival para ver si Tebas se acongoja y nos pone los encuentros los sábados a las 18.30, que es buena hora para comer holgado y salir a cenar con la parienta (o el pariente).

Lo mejor del encuentro de ayer fue el rival. Gracias a que enfrente estaba el Albacete. No quiero ni pensar cuánto habría durado en pie el Pucela si en la otra orilla hubiera aparecido un gallo. Al trantrán le planta cara hasta el juvenil. Parte de culpa la tiene Pezzolano, incapaz de interpretar un partido que pedía movimiento sin balón, juego entre líneas y vuelo por los costados para descomponer la jerarquía táctica del contrario. El técnico uruguayo volvió a confiar las bandas a Ivi y Amath. Hizo más Moro en 15 minutos que los dos juntos en 60. Meseguer se estorbó con los pivotes y Sylla vivió aislado. Sin disparos entre los tres palos resulta complicado ganar a nadie. Juric volvió a ser suplente. Poco que añadir. Es un sinsentido.

Zorrilla estalló al filo del minuto mágico, ese instante en el que el técnico blanquivoleta despega los dedos de su barbilla, mira al banquillo y se dice así mismo, «venga, ahora sí, vamos a ver qué podemos tocar. Moro, Negredo, tú y tú. A jugar». Y entonces, comienza un tiovivo que a veces termina con final feliz y otras entre almohadillas. Ayer lo segundo. 'Pezzolano dimisión', gritó el respetable ante la pasividad del preparador uruguayo, que sigue empeñado en descomponer cualquier plantilla que le metan en el vestuario.

A Pezzolano se le agotan la flor y el verbo. Esperemos que se le acaben las excusas, abandone los circunloquios y plantee mejor los encuentros. El Albacete llegaba en descenso, pero pudo ganar. Masip evitó el desastre. El guardameta manchego no tuvo que intervenir. El empate de ayer es una derrota y rompe la media inglesa, ese trampantojo que buscan los equipos mediocres para justificar resultados vacíos. Ayer ni eso. A la vista del modus operandi de Pezzolano, toca revolución contra el Sporting. Esperemos que así sea. No hay otra. Me conformo con que haya más talento sobre el césped que en el banquillo. El Pucela no puede aspirar a nada construyendo conjuntos vacíos.