Cuando vi la alineación del Valencia me fijé en la retaguardia. Sí, ahí estaba Diakhaby. Son muchas tardes de fútbol siguiendo su pericia. Modo irónico. Reconozco que esbocé una sonrisa cuando leí su nombre. Esa mueca de esperanza como antesala de la realidad y la ... razón. El central del Valencia tardó poco en perder el paso. Larin le estaba esperando también. El canadiense agradeció el regalo, progresó con la potencia de un Ferrari y definió con la precisión de un cirujano. Rasa, potente, con la comba justa para acariciar el palo y besar la red. Llevo años preguntándome cómo puede jugar en Primera Diakhaby. Ayer no deseaba otra cosa que verle en el once. Masip le enmendó.
Amallah genera una enorme variedad táctica entre el centro del campo y el enganche. Es capaz de pisar el área rival y de frenar al adversario con una falta táctica. Desde la llegada de Pezzolano va claramente a más. Pacheta no supo ubicarle. El marroquí tiene galones. Lástima la lesión. Al árbitro se le encogió el bolsillo. Amallah rodó tras una dura entrada a la altura de la rodilla. Ni amarilla y casi ni falta. Desde la llegada de Pezzolano, los cambios aportan. Aguado generó energía y 'box to box', pero el Pucela tiene más equilibrio con el 'nueve', que sobre el césped se mueve entre el ocho y el diez. El técnico uruguayo estará rezando para que su plan, con un once ya definido, no se quiebre sin Amallah.
¿Es el Valencia o la peor versión del Pucela?
Si el Valencia vistiera de blanquivioleta, sería el Real Valladolid de las peores ocasiones. No sé cómo acabará la temporada, pero el conjunto ché huele a ceniza. No actúa como equipo, intenta vivir de la calidad individual, sin que exista una idea colectiva, y la defensa tiembla cuando el contrario aprieta el diente. El Pucela mostró su nuevo estatus hasta que apareció Masip. Un equipo rocoso, con las líneas ceñidas, las piernas siempre a punto para agobiar al contrario y el instinto afilado para encajar el balón al otro lado de la frontera. Pezzolano ha convertido el flan en hormigón, aunque tiene que seguir mejorando las prestaciones para no convertir el alambre en su hábitat natural. Esta vez, la red se agujereó en la prolongación.
Escudero firma el 'casi gol' de su carrera
Escudero representa el claro ejemplo del cambio que ha experimentado el Real Valladolid tras la llegada de Pezzolano. El lateral ha resucitado, como el resto. También Fresneda, al que Pacheta metió en una tiniebla peligrosa. Los laterales ahora presionan, llegan a la línea de fondo y buscan el gol. Fresneda la envió al larguero y Escudero destiló clase con un disparo desde el centro del campo que no fue gol por un puñado de centímetros. El Real Valladolid ya no es una hermanita de la caridad. Ahora actúa con el colmillo siempre afilado y se muestra sólido. Nadie se atreve a dar un balón por perdido. El único lunar reside en la hipotensión que sufre su fútbol ofensivo cuando se pone por delante.
Una derrota con varias lecturas, una ocasión perdida
A Masip se le ocurrió perder tiempo en el peor momento. El remate de Diakhaby viajaba sin tensión. El guardameta la pudo atrapar sin dificultad, pero optó por arañar unos segundos pensando que el balón iba fuera. La derrota comenzó en esa jugada. El Pucela se mostró sólido, pero no supo arrancar los jirones del uniforme levantino y cuando se quiso dar cuenta volvió al drama de la era Pacheta. Pereció en la prolongación. Una derrota con muchas lecturas. La principal reside en la ambición. El Valencia estaba grogui y los blanquivioleta no supieron cavar la zanja. Dejaron crecer a su oponente y terminaron con los pies por delante. Una ocasión perdida para haber alisado la chepa de la montaña. Espero no acordarme de este tropiezo.
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