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Zorrilla asistió al choque entre dos universos contrapuestos. El fútbol de salón frente al espejo de la cruda realidad, la que te pone en tu sitio cuando quieres convertir a tu portero en un centrocampista creativo y terminas perdiendo el cuero en zonas que en ... el librillo de los entrenadores aparecen en rojo flúor. Lo que pretende el Andorra es idílico. El 'modelo Setién' llevado al extremo por su pupilo Sarabia. En la otra orilla, el oficio, el cuchillo entre los dientes y el carácter. El Pucela aprovechó las concesiones de un oponente, con las líneas abiertas y el repliegue cogido con pinzas. La clave del éxito reside en el equilibrio y el resultado demuestra que para ganar hay que marcar, no basta con conectar 200 pases en cada acción ofensiva.
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A Kenedy se le olvidó merendar antes del partido. Pisó el verde con hambre. En el patio de mi cole, le habríamos dejado un balón para él solo y habría viajado al rincón de pensar. Al brasileño le sobraron demasiados toques. El Andorra le cosió a patadas y se las ganó por abusón. Sylla todavía se está relamiendo después de una filigrana de su compañero, que en lugar de levantar la cabeza y regalarle el gol, prefirió embolicarse hasta estamparse contra el portero. En el gol anulado a Sylla, hay que tener la vista fina para adivinar que está una milésima de milímetro adelantado, también le faltó buscar el espacio para no meter al senegalés en fuera de juego. El propio ariete se contagió y agachó la cabeza en tres contras que murieron en su propia falta de pericia para buscar al compañero desmarcado.
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En pleno arranque de la Seminci, Montiel se subió a la alfombra verde y desfiló gallardo, con el estilo de un dandy y una zuda de dibujos animados. Participó en los dos goles. En el primero, metió los tres dedos debajo del cuero, estilo Cristiano Ronaldo, y cinceló una parábola, tan tensa como contundente, que reventó la red de Dani Martín. Las aspiraciones del Andorra se escaparon entre pases vacíos y las líneas deshilachadas. El Pucela sacó el puño de hierro ante el florete de su adversario. Montiel apareció de nuevo en el segundo con una banana que Juric embocó a ras de hierba.
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El Pucela careció de madurez para golear. Pezzolano cosió un 4-4-2 bien hormigonado y la presión en el área rival para desnudar las carencias del portero-organizador de Sarabia. Con los espacios prietos, el fútbol del Andorra se convirtió en plastilina y se abrió en canal a golpe de gazapos en la salida del balón. El cuadro castellano corrió bien para achicar y algo alocado para desplegarse a la contra. Faltó ese pelín de calma para buscar la mejor opción, para abrir la mente y rematar a un adversario que se movió como el típico boxeador que baila muy estético, pero que se pasa todo el combate matando moscas.
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Siempre que algo se convierte en moda pienso lo mismo: ¿quién habrá sido el primero en hacerlo? En el fútbol moderno, además de estupideces varias, se lleva hacerse agujeros en la parte posterior de las medias. Digo yo una cosa, ¿no será más fácil hablar con la marca y que haga tallas? Ver a los futbolistas con los pantys llenos de boquetes es antiestético. Hemos pasado de cortar la licra algodonada por encima del tobillo, para jugar con un calcetín antideslizante, a romper las medias para que el gemelo sufra menos. El balompié es el deporte rey también en chorradas. Lo que no es baladí es que el Pucela recuperó ayer una versión aseada y eficaz para seguir creciendo. Que siga la fiesta.
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