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Partido de vuelta

El lotero y el Pucela

Mientras el técnico no encuentre un sistema que se adapte a lo que tiene, el Real Valladolid seguirá siendo ese lotero en busca de una victoria que cuesta adivinar cuándo va a volver

Miércoles, 9 de octubre 2024

En Chamartín siempre pasan cositas. La estación es un universo atrapado en el vilo de los retrasos. Durante el trayecto, ya en el tren, se entrelazan historias independientes que confluyen en un libro de relatos cortos. Una hora de vidas entrelazadas y conversaciones vacías e ... inconexas. El vagón del silencio son los Reyes. El caso es que estaba en el vestíbulo esperando la vía de mi tren y una voz intentaba hacerse paso entre el murmullo.

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– «El que quiera el 22 que levante la mano».

Las cuerdas vocales como una cueva honda y profunda. El tono era grave, como queriendo llamar la atención. «Veintidós, veintidós, veintidós», se arrancaba con el soniquete del dúo Sacapuntas. Si llega a espetar aquello de '¿cómo estaba la plaza?', le compro un décimo. Enseguida encontré al lotero. Un hombre mayor, con el pelo engominado, sortijas plateadas en la nuca, bastón, gafas para la presbicia en la base de la nariz y cierto aire de patriarca madrileño. Americana de lunes dominguero y pañuelo, faltaría más. Me recordó al Pucela. Pisaba cada baldosa, se abría paso con los décimos bien exhibidos entre los dedos y la solapa de la chaqueta, con la firme idea de colocar un boleto. El 22 es la excusa, el claim para centrar el tiro en la psique de los pacientes viajeros. Como si fuera el número de tu vida. Le seguí durante media hora. La vía 20 me desconectó del comercial de la suerte. No vendió un colín, pero su voz continuaba incansable mientras se perdía entre la multitud en busca de un cliente.

Decía que me recordó al Real Valladolid. Un equipo que lo intenta, que corre, que exhibe compromiso, pero que no llega. Es un quiero y no puedo de manual. Como el lotero, que trata de enganchar con el 22, pero se estrella contra la contundente presencia de la administración de lotería que no cesa su actividad en el acceso principal de Chamartín. Es una lucha desigual. El vendedor ambulante trata de embaucar con su gracejo de feriante de otro tiempo. El punto de venta tira de oficialidad, de variedad. Vende más cosas que los simples décimos de Navidad. Es como el Pucela, que lucha con una plantilla deficiente contra rivales bien armados, trabajados tácticamente y con futbolistas de calidad en todas sus líneas. Bienvenidos a Primera División.

Pezzolano dice que su plantilla es muy joven. Imagino que en el trampantojo de su discurso querrá decir, además, que no tienen experiencia. La juventud no está reñida con la pericia, ni con la calidad. En Primera hay muchos casos que lo demuestran. Lo que le falta al técnico son argumentos para explicar por qué se suceden los errores groseros en defensa, por qué no hay un catalizador solvente en el centro del campo y por qué los delanteros no meten goles ni disparan entre los tres palos. Lo de la suplencia de Moro mejor lo analizamos otro día. Mientras el técnico no encuentre al menos un once coherente o un sistema que se adapte a lo que tiene en el vestuario, el Pucela seguirá siendo ese lotero de Chamartín en busca de una victoria que cuesta adivinar cuándo va a volver.

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