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1
John pecaba de atrevido y Masip abusa de timidez. Los dos tienen buenos reflejos bajo palos, pero no terminan de redondear sus cualidades. El catalán exhibió sus dos caras en un suspiro. En ambas tuvo como contrincante a Germán. En la primera, se lució y ... envió a córner el cabezazo. En el saque de esquina posterior se enredó en su tiniebla. Sus compañeros de retaguardia tampoco ayudaron. Suspenso general. Germán volvió a rematar libre de marca, esta vez en el área pequeña, ante la pasividad de la defensa y de Masip, que se acomodó bajo la sombra del larguero. No termina de encontrar la solvencia bajo palos el cuadro castellano, que vivió un nuevo drama en el 2-1, con el arquero a medio camino entre la fuga y el repliegue. Con Masip en tierra de nadie, Arana encontró la gloria.
2
A Pezzolano le traicionó la inercia de su idea. Mejor amarrar que soltar la cuerda. La cabeza de Anuar en el foco. Embocó para adelantar al Pucela y recibió un golpetazo que le dejó KO minutos después. El técnico prefirió encoger el dibujo para suplir al marroquí. Rosa por delante de Moro. Una declaración de intenciones que no le salió bien. Un aspirante al ascenso debe mantener su plan y no especular con un tanteo exiguo. Ocurrió lo previsible. Una pincelada, un error en defensa, un empate que desnuda las limitaciones tácticas de un entrenador que siempre piensa en achicar las cuentas antes que ensanchar el marcador. El cambio era Moro. No solo por la disposición del tablero, sino también por el mensaje que mandas al equipo. De ir a por más a buscar menos, de la determinación a la especulación. Solo desabotonó el corsé cuando el resultado le metió una piedra más en la mochila.
3
La estrategia de Pezzolano vio la luz en el 0-1. Juric participó con una chilena emborronada que facilitó la definición de Anuar. Movimientos planificados para desembocar en un cabezazo sutil que abrió en canal al Racing. El tiralíneas se apoyó en la testa de Escudero y la interacción del croata, mucho más certero en el semifallo. Las jugadas ensayadas no suelen aportar réditos, pero cuando salen refuerzan el trabajo semanal. El Pucela se partió en dos en El Sardinero. Funcionó como un autómata durante más de una hora. Poca elasticidad, más músculo que imaginación. Cuando el técnico lo vio todo perdido, sacó el volante del carril. Kenedy enseñó su mejor versión. Siempre punzante, marcó un golazo inapelable. Moro abrió el campo, lástima que su gambeta tardara tanto en pisar las tablas. Una vez más, los cambios demostraron la realidad del equipo blanquivioleta, que debe zafarse de ese interminable complejo de mediocridad y buscar la suma antes que el resultado nulo. Con 0-1, es mucho mejor mantener el bíceps prieto y buscar el segundo. El cloroformo a veces no solo duerme al rival, también provoca somnolencia en el bando propio.
4
Del uy al gol hay un suspiro. El Pucela lo sufrió en Santander. Sylla la tuvo nada más volver del vestuario. El senegalés telegrafió el remate y el guardameta del Racing desvió a córner. Boyomo la pifió después. Del 0-2 al empate a uno. Sin retorno. De vivir desahogado a padecer con la soga en el gaznate. El fútbol. Un milímetro te manda a las nubes o te entierra en el sótano. Al Pucela le salió cruz. El equipo de Pezzolano quiso acelerar el cronómetro cuando iba por delante y fue incapaz de detener las manecillas cuando el Racing anotó el segundo. Los cambios del técnico tardaron demasiado. Mucha ventaja para el rival actuar sin la profundidad de Moro y la contundencia, ayer más acentuada, de Kenedy.
5
El fútbol no es una ciencia exacta. Por eso, nunca sabremos si Kenedy y Moro habrían sido tan determinantes desde el once inicial. A Pezzolano se le paró el reloj con los cambios. Sus futbolistas le despertaron del letargo. El Pucela mostró dos caras en Santander, una hosca y otra descocada. La segunda coincidió con el protagonismo de los recambios. Ambos salen de lesión. Solo así se entiende su suplencia. La diferencia entre las dos versiones resultó abismal. De la vulgaridad a la lógica del presupuesto en décimas de segundo. El cuadro castellano ganó por calidad. Kenedy se fabricó la primera, Moro cocinó la segunda. Limpió su mente. En ambas, el Real Valladolid sepultó las dudas, salió con vigor, encaró con atrevimiento y definió como se presupone a uno de los caciques del campeonato. El uruguayo memorizó el temario del último duelo y escapó de los experimentos. Repitió alineación, cuatro defensas mejor que cinco. Volvió a obturar el fútbol ofensivo con dos bandas orientadas hacia el centro, pero tuvo la suerte de cara cuando hizo puénting y se lanzó de verdad a por la victoria. Ante el Leganés no habrá segundas oportunidades.
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