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1
Estaba seguro de que Pezzolano iba a repetir planteamiento. No falla. Faltan nueve jornadas para el desenlace, pero ya le voy pillando el aire a la ligazón entre el big data y su psique. Esta vez metió a Tárrega por Torres, pero mantuvo la idea ... del último envite. El técnico uruguayo tiene estas cosas. Cuando gana bien y encuentra un sistema solvente, da la vuelta al calcetín y se sube a la noria en la siguiente cita para perpetrar un atentado contra la lógica. Sin embargo, es incapaz de entender que hay victorias que no llegan por mérito propio, sino por un cúmulo de circunstancias ajenas a su concepto. Ocurrió ante el Éibar. La clave no residió en el 4-3-3, sino en la expulsión de un futbolista rival. Por eso, ayer la coherencia apuntaba a recuperar un dibujo con recursos en la sala de máquinas, amplitud y quiebro por los costados, y la prolongación del estado de gracia de Sylla en la vanguardia. El preparador blanquivioleta optó por cerrar las perpendiculares y asfixiar a los tres delanteros, sobre todo al senegalés, que rindió más como 'stopper' que como ariete.
2
El fútbol del Real Valladolid destiló más empaque que filo. No hubo tantos desajustes como en otras ocasiones, pero tampoco oportunidades claras, más allá de un disparo al larguero de Monchu y una pugna de Sylla que no terminó en autogol del Levante de milagro. Entre ambas circunstancias, el brillo se ahogó en el hormigón táctico de ambos entrenadores. En el caso de Miñambres lo entiendo. Acaba de aterrizar en el banquillo y tiene un calendario áspero. Si nos detenemos en Pezzolano, el crucigrama resulta irresoluble. El plan de partido tiene que ir más allá de atiborrar la pizarra de delanteros. A veces me recuerda a mis carreras en el FIFA, en las que era capaz de alinear a un portero y 10 delanteros desubicados con tal de buscar un once ofensivo. En el modo virtual, la pericia al volante era suficiente. En la vida real, al conjunto castellano le faltó storytelling. El interés de la partida táctica mantuvo la tensión gracias a la incertidumbre del tanteo final. Al Pucela hay que exigirle bastante más cuando se está jugando el ascenso directo y actúa en su estadio.
3
A Sylla no se le puede pedir más. Terminó el encuentro con el fuelle con más pecas que un traje de gitana. Llegaba al encuentro de ayer tras una excelente actuación en el compromiso precedente y Pezzolano le regaló la banda izquierda para sacarle del sitio y convertirle en un balancín. El resultado fue el esperado. Sin noticias del nueve en su hábitat natural. Y si el que tiene que culminar se entretiene en tareas defensivas, el empate es el mal menor. Tárrega y Boyomo volvieron a demostrar que son imprescindibles. Firmes en el corte, aseados en la salida de balón y muy estables, evitaron que las contras del Levante se convirtieran en una daga. En líneas generales, al cuadro castellano le faltó creatividad, pero tampoco supo abrir sus costuras para romper el orden del Levante. Tampoco tuvo gol. De los envíos al área de Luis Pérez, mejor hablamos otro día. André ni jugó.
4
A Pezzolano se le iluminó la bombilla antes del minuto 60. No vamos mal. Solo falta que, algún día, la luz le llegue antes de que comience el encuentro. En esta ocasión, deshizo su reiteración en el descanso. A Salazar no le sonrió la suerte y a De la Hoz le penalizó una cartulina amarilla. Iván Sánchez volvió al costado diestro y exhibió pocas salidas a contrapié. Algún regate y varios centros sin altura ni dirección. Con el Levante atrincherado en busca de un contragolpe mortal, el choque pedía a Moro por la derecha, pero no pisó el césped. El técnico uruguayo evolucionó su planteamiento con Biuk por Negredo en el 64. ¿No hay nadie a bordo que le diga al míster que es mejor partir de una idea lógica desde el minuto 1? Sin gambeta y con el juego obturado, el Pucela se convirtió en un martillo de blandiblú.
5
No tardaremos en escuchar las milongas de los que buscan seguir estirando el chicle. 'Si ganamos en Cartagena, habremos hecho bueno el punto ante el Levante'. Y así, imagine todos los pretextos que tenga a mano para justificar la realidad. El Real Valladolid vuelve a quedarse en el andén con cara de tonto mientras el tren del ascenso prosigue su marcha. Tiene suerte de que este año la Segunda se encuentra más cerca del trantrán de un cercanías que del esprín de un AVE. Si no fuera así, el cuadro castellano estaría rilando. Ya me da igual el juego. He aparcado la exigencia a cambio de los resultados, pero ni por esas. Con los números que tiene lejos de su feudo, el Pucela no puede permitirse actuaciones plomizas como la de ayer. Dan igual los circunloquios. Una semana menos y más puntos por delante.
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