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Si John fuera un género de cine, estaríamos ante un filme de suspense con candidatura al Oscar. Te agarras a la butaca como si estuvieras en una montaña rusa. Me sudan las manos. Es capaz de todo. Nunca sabes quién es el asesino. Ayer, salvó ... la goleada en el primer acto, con dos paradas antológicas, pero también participó en el segundo gol del Eibar con un regalo en forma de pase equivocado en la salida de balón. El brasileño te mantiene en vilo todo el partido. Es justo reconocer que ayer se mostró más estable bajo palos y explotó su principal virtud, la capacidad para detener disparos a bocajarro. Le costó ver el tanto de Aketxe, pero en la segunda mitad volvió a mantener viva la llama del partido con un paradón que dilató el drama. No pudo frenar el ridículo.
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El Eibar asfixió al Real Valladolid. El fútbol sin oxígeno en su prime. Etxeberria metió guindilla a sus pupilos y el Pucela se enredó en una maraña de imprecisiones. Pura impotencia. Imposible controlar y darse la vuelta sin sentir el aliento del contrario en la nuca. El técnico azulgrana escapó de los artificios. Presión insoportable y fútbol vertical. Un pase, una ocasión. Así borró al Pucela de un combate muy desigual. El equipo castellano se mostró incapaz de atravesar la línea del centro del campo con una mínima esperanza de asomarse al área vasca con opciones de algo más que morir en la orilla.
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Son las cosas de Pezzolano. Cuando algo funciona, justo en el momento en el que el dibujo echa raíces, cambia el paso y llega el desastre. Ante el Eibar volvió a los tres centrales. Cinco defensas que asfaltaron una autopista llana y diáfana para los futbolistas blaugranas. La primera parte fue un insulto. El cuadro castellano parecía un equipo alevín en manos de los mayores. Mal en la colocación, peor en la intensidad, horrible en el equilibrio, el juego combinativo, el cierre de espacios y la lógica. No se marchó al vestuario con una manita de milagro. Una vez más, la acumulación de defensas no construye una férrea retaguardia.
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El maestro Yepes lo comentó en tres líneas del directo del partido en la web de este periódico. Fuera un central y dentro un atacante. Tuve que revisar los miembros del chat para corroborar que no estaba Pezzolano en la lista. La frustración reside en que no es la primera vez que sucede. El técnico uruguayo debe releer bien sus informes. Le escuché esta semana en la rueda de prensa y desglosó con la verbigracia uruguaya las virtudes del Eibar. Lástima que no descifrara la ecuación antes. El míster partió la línea de cinco en el descanso y el equipo resucitó durante unos minutos. Gol de Sylla y de nuevo en la pelea, aunque el equipo armero no se dejó descomponer y se levantó de la lona en un suspiro para volver a colorear el rostro del Pucela.
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El Real Valladolid se convierte en un gnomo cuando enfrente está un gallo de la categoría. Pezzolano no afronta el partido con mando y personalidad. Si el Pucela quiere ser un grande, que lo es por presupuesto y plantilla, no necesita adaptar su dibujo cada vez que tenga en la otra orilla a un rival directo. Exteberria regaló un máster de fútbol al entrenador blanquivioleta. Sobre el verde, el cuadro castellano terminó sonrojado, pero si giramos la vista al banquillo, el baño táctico trazó una línea infinita. El camino hacia el ascenso pasa por encontrar un once estable y un planteamiento que no cambie cada semana. El que se tiene que atar los machos es el rival, no el Real Valladolid. Me preocupa el complejo de inferioridad en los partidos grandes.
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