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1
Pezzolano tropezó con la misma piedra. O no le convenció el doble pivote que alineó en Sevilla, que fue de lo mejor del partido, por cierto, o el big data le marcó el camino del banquillo a Juric, sustituido por Comert. En cualquier caso, cuando ... en una alineación aparece un central como pivote, las intenciones del técnico saltan a la vista. Primero destruir y luego, si acaso, buscar una carambola que te acerque al área rival. En Segunda, la táctica de contener y hacer largo el partido puede funcionar a poco que tengas algo de calidad. En Primera, la estrategia es un fiasco porque ensanchar la batalla no te garantiza nada. De hecho, lo único que está asegurado es el gol del rival, porque resulta muy complicado aguantar el cero con los cortocircuitos defensivos que exhibe el cuadro castellano.
El Pucela todavía no sabe a lo que juega. Un día alegre y atrevido. Tres días timorato y acongojado. El resto con más hormigón que brillo. Como denominador común, un equipo más preocupado de que no se juegue a nada que de atacar. Ya no funciona ni la chispa de Zorrilla.
2
Al Pucela le sobra derroche y le falta optimizar los esfuerzos. Es lo que le salva de la pañolada. Al menos hay compromiso y los futbolistas corren y se sacrifican. No me quiero imaginar la foto si esto no fuera así. Es lo mínimo. A partir de ahí, el fútbol es una quimera. Para ganar a cualquiera, el ejercicio básico reside en disparar entre los tres palos. El conjunto blanquivioleta lo hizo una vez en los noventa minutos. Da igual el resto. Puedes jugar bien, mal o regular. A veces, un partido discreto se solventa con eficacia. Si, ni siquiera, eres capaz de tirar a puerta con continuidad, no te salva ni la virgen de San Lorenzo. El mal menor del empate a cero, en Primera representa un ejercicio de funambulismo, con el alambre casi invisible y el vacío sin red.
3
Que Darwin Machis se haya quedado en el Pucela lo interpreto como una necesidad desde el punto de vista de los intereses del mercado y la incompetencia de Catoira para colocarle en algún equipo random de cualquier país exótico. Hasta ahí, poco que decir. Que entrene y madure su salida en el mercado de invierno. Ahora bien, cuando el técnico sigue colocándole en el once a pesar de que su mejor movimiento es el que describe cuando el cuarto árbitro exhibe su número para dejar su sitio en el campo a un compañero, entonces dejo de comprender de qué va esta historia. Y no me vale el mantra de que es lo que hay. No, Pezzolano tiene muchas más opciones que seguir dando minutos al venezolano. Ya ha comprobado que la fórmula no funciona.
4
El tanto de Larin, más allá de situar en ventaja al Mallorca, representa un retrato de la incompetencia del Real Valladolid para competir con aseo en Primera. Es lamentable el derrumbe que ha sufrido el conjunto castellano desde aquel oasis que dibujó en el choque que descorchó el curso ante el Espanyol. Desde entonces, la descomposición resulta insoportable. A lo que iba, el 1-0 desnuda todas las carencias del equipo de Pezzolano. El fútbol reducido a la mínima expresión. Un pase en largo a la espalda de los dos centrales, que no son capaces de cerrar el hueco, Larin controla con el empeine en el borde del área pequeña y fusila a Hein. Torres y Juma, sin opción de inquietar al canadiense. La vida en blanco y violeta. Siempre tarde, nunca en al sitio. Y así, con esta demolición colectiva, el Mallorca pudo marcar más mientras el Pucela no consiguió disparar a puerta.
5
El Pucela parece el Promesas. Bueno, ni llega. Está más cerca del División de Honor. Si le coge aquel juvenil del maestro Yepes, con Óscar a la cabeza, le pinta la cara. Doy fe. Y no solo por los futbolistas que se asoman a la libreta de Pezzolano (lo del Promesas).
El equipo blanquivioleta se ha convertido en un cromo. Siempre llega tarde, defiende con inocencia, pierde los duelos individuales y vive de que Hein meta el guante. El resto es un drama. Y lo peor es que el Mallorca le dio un repaso sin alardes. Fútbol básico. Criterio, intensidad en la marca, orden atrás y movimientos trabajados para atacar por fuera, construir por dentro y generar ocasiones de gol. Una vez más, y no es la primera, el Pucela se convirtió en un juvenil a manos de un rival con más oficio, mucha más pericia y un abismo de trabajo táctico. Arrasate retrató a Pezzolano. El relato se da la vuelta. El míster pidió sufrir juntos. Zorrilla va camino de convertir las butacas en cemento. Dos no sufren si uno no quiere. Y si el que no quiere se convierte en un equipo fantasma, no merece la pena ni sufrir. Llegar a diciembre va a ser peor que subir el Angliru.
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