Las desventuras de un ciclista en la autovía
«El Real Valladolid continúa instalado en su incompetencia defensiva y su inocencia ofensiva. La única nota positiva de la derrota reside en que ya queda una jornada menos de tortura»
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Una carcasa demasiado frágil para cualquier envite
El Real Valladolid es un ciclista en una autovía de tres carriles y un arcén de cinco metros. Tiene espacio para hincar el riñón y ... pedalear a fondo para, al menos, escapar del ridículo que le persigue durante este espinoso trayecto, pero se estampa contra el quitamiedos al paso del rebufo de un ciclomotor. En Mallorca afrontó el duelo con brío. Metió la frente entre los antebrazos y se lanzó al abismo como el que deambula por el filo de un precipicio sin nada que perder. No le queda mucho más al Real Valladolid que la vergüenza torera. Y este carácter desinhibido le permitió ponerse por delante. Ahí estaba el equipo de Álvaro Rubio gobernando la autovía de Mallorca a lomos de su bicicleta ante un rival que, pese a viajar en coche, circulaba por el partido como el auto de los Picapiedra. El ímpetu duró poco. La carcasa blanquivioleta es demasiado endeble para aguantar los bandazos de los compañeros de carretera, que cuando pisan un poco el acelerador, mandan al Pucela a la cuneta.
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Escaparate o escápate del barco a la deriva
El vestuario del Pucela se debate entre asomarse al escaparate, algo que intentó Moro en ciertos momentos del primer acto, o escapar corriendo de un barco a la deriva que sigue sumando derrotas y no tiene pinta de huir del remolino. Rubio sigue buscando aliados y no ceja en su empeño de no repetir alineación. Pase lo que pase. En Mallorca alistó a Candela en el eje de la zaga y se cargó a Iván Sánchez, Anuar y Juric. El resultado se mantiene invariable. Entre unos que tratan de salvar su pellejo y otros que persiguen una oferta, el caso es que el equipo como tal prosigue con su firme proceso de descomposición. También volvió Luis Pérez, que fuera de casa puede despistarse en la marca, como en el 1-1, sin tener que aguantar que nadie le rechiste desde la grada. Esta situación es el vivo ejemplo del desgobierno bizarro en el que se asienta el Pucela.
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La jornada laboral reducida del Pucela
Al hilo de la versión más guadianera del fútbol, protagonizada por Luis Pérez, en el Real Valladolid Yolanda Díaz estaría encantada. El conjunto castellano, él solito y sin esperar a la patronal y los sindicatos, se ha autoimpuesto la jornada laboral reducida. El problema es que ha metido demasiado el cuchillo y no rinde. En Mallorca pensó que le podía dar con un poco de empuje y un gol. Olvidó que atrás, donde los equipos se hacen fuertes o se convierten en gelatina, las obligaciones laborales duran un suspiro. Da igual el número de efectivos. Tampoco importa que el sistema de cinco se disfrace de línea de cuatro con cabecero de área. El desenlace no cambia. El empate del Mallorca no arrugó el maillot del Pucela, pero del mismo modo que en defensa es un púgil con mandíbula de cristal, en ataque es un martillo de cartón. No supo aprovechar la somnolencia de su adversario ni sacar partido de esos minutos de gracia, en los que el robo en campo contrario y el despliegue veloz desembocaron en oportunidades que no se pueden desperdiciar si un equipo como el Pucela, hundido en el pozo, quiere ver algún día la luz.
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La otra visión de la realidad de Rubio
Parto de la base de que tiene que ser muy complicado encontrar un discurso motivador en la previa y un argumento convincente después de una nueva derrota, cuando uno dirige al peor Real Valladolid de la historia, que lleva descendido desde abril. Ahora bien, decir que el fútbol está castigando mucho al Pucela, como aseguró Álvaro Rubio tras el 2-1 de Mallorca, es un insulto a la inteligencia del que le escucha. El único que castiga y ha castigado al Real Valladolid no es el deporte rey, sino su pésima planificación deportiva, su decadencia institucional y la incompetencia generalizada para construir un grupo de futbolistas comprometidos, encabezados por un entrenador con los pies en el suelo y las ideas claras. Como esto no se da, el único resultado posible es la derrota. Ahí reside el castigo, no en el fútbol, utilizado como pantalla para defender que el trabajo de la semana no da sus frutos. ¿Qué trabajo? Sobre el verde se ve poco curro. Porque currar es competir hasta el final, no dejarse llevar cuando el resultado empina la carretera.
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Tres paradas más para terminar este ridículo viaje
Al viaje del Real Valladolid le quedan tres paradas. A Dios gracias. No recuerdo una temporada tan tortuosa como la actual. El reloj no avanza. Miras al calendario y las hojas no se agotan, pero, ¡por fin!, solo restan tres paradas para despedir al Pucela de los registros negativos. Tres envites para saber si el ridículo será insuperable o si el cuadro castellano es capaz de aplicar un poco de chapa y pintura a un curso espantoso. Del cero al cero y medio, aunque solo sea por orgullo, si es que queda algo. Girona, Alavés y Leganés estarán al otro lado de la trinchera. No parecen rivales inalcanzables, aunque para el Real Valladolid de Ronaldo, Catoira y compañía, el Tordesillas podría ser un rival directo.
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