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1
El once de Álvaro Rubio invitaba al optimismo. Un all in de manual. Tampoco hay mucho más. El problema residió en su aplicación sobre el ... verde. Latasa fue el nueve y Marcos André el mediapunta, no el segundo ariete. El ansiado órdago, convertido en medio envite. El Pucela ya no tiene nada que perder. No merece la pena pintar dos delanteros y sacrificar a uno en tareas que no le corresponden. Es como querer comer en un restaurante estrella Michelín con la billetera medio vacía. El Valencia estuvo demasiado cómodo hasta que Mamardashvili decidió enfundarse la blanquivioleta para nivelar una batalla que hasta ese momento lucía desigual, con un conjunto local mucho más equilibrado y un Real Valladolid de nuevo al filo de un ataque de nervios en defensa. A Aznou le salvó el VAR. Al partido también. Con 1-0, el segundo del once ché habría aniquilado la intriga antes de hora.
2
Latasa agradeció el regalo de Mamardashvili para prolongar su idilio con la última frontera, pero su principal virtud ayer no residió en la eficacia, sino en la brega. El ariete blanquivioleta se convirtió en el pinball del estéril ataque del Real Valladolid, que echó de menos a Moro, muy desdibujado, y perdió en la pugna a Iván Sánchez, cuyo fútbol se acostó en la necesidad de obturar el filo por la izquierda del Valencia para no dejar solo a Luis Pérez. Sin bandas y con la sala de máquinas acogotada en la falta de fluidez de Grillitsch y Nikitscher, el caudal ofensivo del Pucela se acotó al juego directo y al anhelo de un milagro que no se repitió. Al cuadro castellano le faltó intensidad, una marcha más, le sobró ansiedad y vivió preso de su incompetencia defensiva. Una vez más, un rival directo muestra las costuras de un proyecto muerto.
3
El Valencia sabía que aplicar la cláusula del miedo a Cenk era desperdiciar una bala. La lesión de Torres le depositó en el césped antes del descanso, para mayor gloria del conjunto ché. Era cuestión de tiempo. El turco no lo estaba haciendo mal, pero su inconsistencia le retrató en el 2-1. Sadiq le sonrojó en una acción de alevines, una vez más. El central blanquivioleta olvidó una lección que recitan de memoria hasta los benjamines. Un balón suelto en el área, con amenaza rival cercana, debe terminar en el quinto anfiteatro. Cenk decidió esperar. Dudó y cuando se quiso dar cuenta, Hein estaba recogiendo el balón de la red. Una radiografía perfecta de la tumba del Pucela esta temporada. Un equipo sin nervio atrás, sin cerebro en el centro del campo y sin contundencia en la vanguardia. ¿Qué puede salir mal? Pues eso.
4
El Real Valladolid se desangró por los dos costados. El Valencia abrió su dibujo y el cuadro castellano no supo encoger los espacios. Rubio optó por una alineación punzante, pero terminó autolesionado por la falta de empaque de su equipo. El técnico trató de rectificar con los cambios. Ni rastro de mejoría. Leves chispazos. Poco más. Chuki no tiene nivel para ser titular, ni el primer cambio ofensivo. Machís, ay Machís. Amallah sigue instalado en el Guadiana y la maniobra de situar a Anuar de lateral zurdo representa un brindis al sol inteligible.
El Pucela está en el otro barrio. Es incapaz de pelear contra nadie. Más ruido que nueces. Cuando enfrente está un contrario de otra Liga, la excusa es precisamente esa, que el oponente es inalcanzable. Y cuando en la otra orilla se acomoda un rival parejo, el pretexto se diluye en la innata inferioridad de un conjunto castellano que tiene la casa, los muebles, el sofá, la cocina y la cama. Solo falta saber cuándo se acostará matemáticamente en Segunda.
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El efecto Ronaldo se tradujo en una derrota aseada. Es lo que nos queda hasta que el telón bese las tablas. El mensaje del club en redes sociales avergüenza. «Gracias, presidente por acompañar hoy al equipo antes del partido contra el Valencia». Es la mejor representación del esperpento que vive la entidad castellana. Lástima que el apoyo no haya llegado antes, aunque tampoco ha servido para mucho. Si nos conformamos con un descenso decoroso, entonces sí, el 2-1 contra el Valencia es como un extraño efecto placebo.
Bromas al margen, la derrota fue un nuevo ejercicio de impotencia del Real Valladolid. El descenso ya ni cotiza en las casas de apuestas. La IA creo que ha dejado de especular con el drama blanquivioleta. Valencia era el último clavo ardiendo. A partir de aquí, y con una nueva derrota en la mochila, no queda más remedio que ver cómo se despeña el club hacia un limbo desconocido, no tanto por el descenso como por la inestabilidad institucional a la que le ha sometido Ronaldo. Cosas veredes, amigo Sancho.
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