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Kenedy es un verso suelto que se salta la rima siempre que puede. Es cierto que lo intenta, pero a veces demasiado. Necesita un balón en exclusiva. Combina poco y se juega todas. El brasileño da la sensación de estar en el minuto 90 desde ... el pitido inicial. Va con el fuelle abierto, el gancho clavado, las palmas en las rodillas y el aliento entrecortado. La posición de Escudero le deja toda la banda y le envía al medio del océano, sin sitio ni capacidad para cerrar la progresión del rival. No sé si seguirá vistiendo la blanquivioleta más allá del 1 de septiembre. Su amago de salida al fútbol griego es una señal. Su titularidad ayer también explica algunas cosas. Mal lo tiene que ver Pezzolano para ponerle en el once, sobre todo después de los precedentes.
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El Real Valladolid juega a fabricar la nada. Es más previsible que el discurso de Rubiales. Toca donde nunca pasan cosas. Mueve la pelota de una banda a otra, sin mordiente, y cuando la idea se obtura, la jugada se convierte en un envío al área por compromiso, sin intención. Ir al examen para firmar. No hay ni emisor ni receptor. La portería rival es una quimera y el fútbol representa un cortocircuito interminable. El partido ante el Alcorcón empeoró las sensaciones de los dos primeros duelos. El equipo castellano destiló ansiedad y un preocupante encefalograma plano. Pezzolano metió a tres de los nuevos. Ninguno marcó la diferencia. El único que enseñó alguna virtud fue Meseguer, sustituido por Juric, aunque aún necesita galones para ser más protagonista. John se quedó a media salida y Gustavo Henrique lució impreciso, sin contundencia y con mucho nervio.
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Pezzolano sigue empeñado en su dibujo imposible. En el primer acto le costó un gol y dos ocasiones que la falta de calidad del Alcorcón envió al limbo. Tres más en el segundo tiempo. Son las ventajas de jugar en Segunda. En Primera, 0-3 al descanso y hasta la próxima. El Pucela ganó dos bolas extra, pero no supo manejar las manetas del 'paintball'. La salida de Escudero al centro del campo ya no aporta réditos. Todo lo contrario, abre en canal el sistema y facilita las contras en superioridad de cualquier adversario, incluido el colista. El técnico debe revisar la pizarra y dotar de estabilidad defensiva a un Real Valladolid que vive en el alambre. En ataque también necesita afilar el lápiz, porque el trazo sigue siendo demasiado grueso. Pocas ideas, escasos desmarques de ruptura y más individualidad que proyecto colectivo. Del remate ya ni hablamos. La primera parada del portero del Alcorcón llegó más allá del minuto 55. Monchu disparó al muñeco.
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El 0-1 esta vez no agitó con firmeza la idea de Pezzolano. El técnico tardó más de una hora en cambiar su plan. Buscó el empate con dos delanteros. León esta vez no entró por Cédric, sentó a Iván Sánchez y las ideas se fueron por el desagüe. Juric suplió a Meseguer en el relevo de debutantes. La escopeta no soltó el corcho. Los silbidos volvieron a Zorrilla. La afición no entiende nada. El Real Valladolid sigue confiando su posición más determinante a un delantero del filial. Cédric ha perdido la puntualidad con el gol, ha tocado un puñado de balones en dos partidos. No es demérito propio sino producto del galimatías táctico que vive el conjunto blanquivioleta. Los futbolistas que entran por los costados golpean siempre al suelo, ni un centro aseado. Los centrocampistas apenas filtran balones con peligro y el equipo aparece partido cuando el rival busca la vertical. Un pase en largo descose al Pucela. La retaguardia vive vendida y el portero, ayer debutante, se santigua cuando contempla el repliegue en inferioridad.
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Pezzolano comentó en rueda de prensa que necesita un extremo y un delantero centro. Yo creo que le hace falta algo más. El nueve no se fabrica las ocasiones solo y, por lo visto, el centro del campo tiene poca imaginación. Ni por dentro, ni por fuera. El único que se suele saltar el guión es Iván Sánchez, pero el técnico prefirió apretar el puño con un delantero más. El Alcorcón demostró con pocos toques lo que el Pucela fue incapaz de exhibir con una concatenación de pases insulsos, de jugadas vacías. El fútbol asido con alfileres. El técnico y Catoira siguen con la plancha a rebosar.
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