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El Real Valladolid llegó al mercado de invierno con la ropa justa para evitar la tiritona y atraviesa el quicio de enero sin estar completamente ... vestido. Escaparon John y Henrique. Llegan Ferreira, Tárrega y Oliveira. Adiós a Montiel y Tundé. Bienvenidos Biuk y Amath. Hasta ahí, unos entran y otros se van con una ficha extra. Podría ser algo lógico en una plantilla bien diseñada. El problema reside en que el armario del Pucela tenía más eco que prendas colgadas antes del año nuevo. Demasiadas perchas vacías, limitadas variantes para afrontar con garantías el exigente reto del ascenso. La cantera es para Pezzolano lo mismo que un euro para Elon Musk. Además de que no es capaz de volcar el talento de la base en el primer equipo, ha descompuesto al Promesas y acaba de fulminar a los únicos futbolistas que han contado, más por necesidad que por gusto, en los momentos de agonía.
Cuando escuché que los mejores fichajes podrían ser Marcos André y Javi Sánchez, pensé que era una broma. El típico farol del tahúr de póker que quiere esconder su jugada para no encarecer el producto. Reconozco mi ingenuidad. Un mes después, el cuento de la lechera se convierte en el eje del discurso del conjunto blanquivioleta. La plantilla no ha engordado lo suficiente. Y lo peor no es eso. Lo dramático es que André y Sánchez, según Pezzolano, no estarán aptos para entrar en una convocatoria hasta dentro de cuatro o cinco semanas. Si los futbolistas fueran máquinas, me tragaría el alegato, pero como son humanos y llevan varios meses KO, necesitarán tiempo para recuperar el punto de forma que otorgan los partidos. Si somos muy optimistas, las estrellas del zoco invernal estarían disponibles para el choque contra el Zaragoza. Sería el inicio de su particular pretemporada en el mes de marzo. Por el camino se habrán perdido los duelos contra el Leganés, Albacete, Sporting, Oviedo y Andorra. Un club que sueña con una vida mejor necesita más argumentos y menos incertidumbres.
No entro en los motivos, en las excusas, ni en la incapacidad para pasaportar a Malsa, que se supone que era la llave de las operaciones más jugosas. Desde agosto, por tiempo no ha sido. Tampoco me quiero detener en las manidas dificultades del mercado, el límite salarial y otras circunstancias. Salir airosos de estos avatares va en el sueldo de Catoira y André. Visto lo visto, al Pucela le vale con una semana, no necesita un mes para marear perdices. Todo en el esprín final. La realidad de este cuento es que el Real Valladolid sigue con la pizarra a medio hacer y el calendario no deja de adelgazar. Sus rivales continúan con paso firme y Pezzolano no pega ojo pensando en el desastre que supondría la lesión de Sylla en las cinco jornadas que restan antes de que la leche de la fábula se derrame y la moraleja convierta el anhelo en pesadilla. Soy optimista por naturaleza, pero en este caso solo veo a un funambulista que tiembla sobre el alambre y tiene la red de seguridad hecha jirones. Un soplido y adiós. Oremos.
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