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Durante el partido contra el Espanyol estuve de tertulia virtual con mi amigo-hermano Jose Peláez, que destila la misma magia cuando convierte la cotidianeidad en obra maestra que cuando se afana con los pulgares para transformar un mensaje de WhatsApp en el origen de ... una brillante teoría metafísica. «Ole, qué categoría». No procede reproducir la conversación en este rincón, porque se pueden imaginar la amalgama de teoremas que pudimos construir, pero sí me voy a detener en un punto que representa la letra capital de la mayoría de los resultados. «Siempre he creído que gran parte del fútbol es físico. Cuando están bien físicamente, funciona mejor la cabeza, las ideas y todo». Ahí está el enunciado de la tesis.

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La clave del éxito del debut liguero del Pucela residió precisamente en esto, en la perfecta conjunción entre la psique y la potencia física. Así llegaron la claridad de ideas, la solidaridad, la agresividad y la fortaleza coral. Faltó una chispa de calidad en los últimos metros para no haber llegado al desenlace con la soga al cuello, pero somos el Pucela y el Pucela no puede ganar sin sufrimiento. La mentalidad y la fe en las ideas del míster suplieron otras estrecheces. No me conformo con eso, pero para arrancar con victoria ante un rival directo, me vale.

Pezzolano ha encarado la pretemporada con inteligencia y sin volverse loco. Cuenta con muchas taquillas vacías, pero ha escudriñado las piezas que tiene en el vestuario y, a partir de estos recursos, ha planteado el trabajo para construir un once competitivo, que llegó al debut con un buen punto de forma. Ya vendrán otros puentes y cruzaremos otros ríos. Dentro de esta planificación, de los cuatro envites, hay dos marcados en rojo, el ya superado frente al Espanyol, y el del miércoles contra el Leganés. Los otros dos, con Real Madrid y Barcelona como comparsas, son más un extra, que puede aportar réditos por el momento del curso que vivimos, pero sin la importancia de los duelos contra los equipos que nos acompañarán en el espinoso tránsito hacia la frontera del averno.

El deporte, en general, es un estado de ánimo. Por eso, corazón y cerebro forman el tándem perfecto e indivisible. Si uno de los dos se queda atrás, la máquina se detiene. De nada sirve estar muy motivado si las piernas no soportan la presión y viceversa. Al final, el alma y el cuerpo se retroalimentan. Por eso el Girona este año jugará Champions, el Alavés puede pelear en una final de UEFA o el Real Valladolid levanta la Copa de la Liga. Todo nace de la unión del grupo, de la suma de capacidades y la mentalidad ganadora. Así se gestan las noches del Bernabéu o los milagros de Zorrilla.

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La temporada no ha hecho más que comenzar y todos conocemos muchos casos de equipos que arrancaron con la misma fuerza con la que se vinieron abajo al primer soplido. De pensar en Europa al descenso en un pestañeo. Es vital que el club depure el vestuario y que Pezzolano mantenga el pulso para que la cabeza y el corazón sigan galopando unidos con brío y determinación.

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