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1
Luis Pérez se rompió en la carrera desesperada para empastar el boquete. Antes, el Ferrol le buscó la espalda y la encontró. Masip se situó en tierra de nadie, con el primer palo al descubierto. Nico Serrano solo tuvo que tensar el disparo, raso. El ... gol es una radiografía perfecta del drama que vive el Real Valladolid fuera de casa. El 2-0 ya es de nota. Un taconazo que deja a un rival solo delante de Masip. Es como un partido de mayores contra chavales. Unos corren y aplican la fuerza y otros exhiben sin vergüenza una bisoñez sonrojante. Lo jodido es que el Pucela aspira al ascenso. Así es imposible. La delicatesen del futbolista ferrolano desnuda a un equipo que vive de la inercia en Zorrilla y pena sin gloria cuando coge el chárter.
2
La última milonga de Pezzolano son las rotaciones. Como si el Pucela estuviera en Champions. Qué dura es la vida entre domingo y miércoles. Ah, no, que el Real Valladolid juega de semana en semana. Pues eso. Excusas baratas para justificar un vaivén insuperable. Ya es hora de que el técnico uruguayo afronte la realidad de su incompetencia. No es lo mismo un once ofensivo que un dibujo con filo. Meter a dos delanteros en un 4-4-2 vacío de contenido es algo parecido a intentar hacer un mate en una canasta profesional con metro sesenta de estatura y pocas cualidades para brincar por encima del rosco. Al Pucela le ha funcionado el 4-2-3-1, con Biuk y Amath en las bandas. Si puede ser, cada uno en su sitio, no como ayer, con el senegalés a contrapié e Ivi en la otra orilla, fuera de sitio. Lo ve un ciego. Pezzolano continúa con la venda de su insuperable incompetencia amarrada a su azulada mirada.
3
Marcos André no tiene la culpa. Está fuera de forma, sin ritmo. No destila fuelle ni para lanzar un penalti. La responsabilidad reside en el entrenador que le pone y le permite hacer pretemporada en encuentros decisivos como el de ayer en Ferrol. Si quieres jugar don con dos delanteros, mejor Negredo, que tiene el gatillo prieto. El brasileño no tiene ritmo, regatea a cámara lenta, remata sin filo y, para colmo, dispara desde el punto de penalti a lo bruto, sin la pausa necesaria para tumbar al portero. El error desde los once metros, antes del minuto 10, marcó el devenir del Pucela en el partido. El obús al larguero ensanchó la zanja de un equipo roto, sin un patrón de juego claro, con los delanteros con antifaz y los centrocampistas con menos ideas que Vinicius en pleno circunloquio.
4
Amath ha mostrado su mejor versión por la derecha. Desde ese perfil, el futbolista blanquivioleta se ha mostrado determinante. Con libertad de movimientos ha marcado la diferencia. Pezzolano, fiel a su filosofía de anular lo que funciona, le relegó al contrapié de la banda izquierda. La actuación del senegalés representa una muestra de la peor versión del Real Valladolid. Sin la dinamita del canterano, al cuadro castellano se le apagan las luces y se le ven las costuras. El Pucela malvive de las individualidades. Y si el técnico se encarga de acotar el rendimiento de sus 'futbolistas franquicia', el resultado es un partido como el de ayer, un esperpento, un sainete más lejos de Zorrilla. Si el club y el preparador uruguayo piensan que con ganar en casa es suficiente, les invito a repasar la tabla. Poco que añadir.
5
Si el problema para despedir a Pezzolano y su séquito de asistentes reside en el euro, propongo construir una colecta, una fila cero para que el Real Valladolid recaude fondos que le permitan desprenderse de una rémora que va camino de llevarle a la ruina. Un año más en Segunda es inasumible. El socio blanquivioleta no tiene por qué aguantar estos esperpentos. ¿Se puede perder? Por supuesto. Hacerlo así es una afrenta al fútbol, al criterio y al razonamiento de cualquier persona que sepa lo que es un balón y una portería. Hay plantilla, pero mal gestionada. Cuando el Pucela abandona Zorrilla se convierte en un guiñapo. Y el principal culpable es su entrenador, que persiste en la errata. Dibuja alineaciones que parecen lógicas sobre el papel pero que se convierten en un galimatías sobre el césped. Es un dislate interminable que solo encuentra respiro en feudo propio, gracias a los resultados. El juego, en la victoria y la derrota, continúa siendo una inmolación. La tabla ha dejado de ser un trampantojo. El cuadro castellano está fuera de la promoción. Si no hay dinero, abran un crowfunding, pero no alarguen esta agonía.
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