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El primer planteamiento de Diego Cocca se convirtió en un atentado contra la lógica del fútbol. El Girona se divirtió en medio de un rondo infinito, sin rival. Fue tal la superioridad, que el cuadro catalán levantó el pie del pedal para no hacer mucho ... daño. Una batalla desigual. La pelea entre un alevín mal entrenado, sin coherencia ni movimientos aprendidos, y un equipo de Champions. El único argumento ofensivo del Pucela residió en el despeje. El pelotazo para buscar la nada, porque las líneas se enterraron en la frontal del área de Hein, con Marcos André en el papel de isla desierta y el resto con menos elasticidad que los muñecos de un futbolín. Movimientos en horizontal, mirando al contrario, pero sin presión ni tensión. Cinco defensas como trampantojo de un simulacro de juego vacío. El duelo se acortó a medio campo, el del Pucela. Un marionete (fútbol regañado en Madrid) con Hein como único portero. La peor actuación, con diferencia, del curso.
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Si Diego Cocca ha llegado a Valladolid para perpetrar semejante adefesio, es mejor que Catoira (que se asignó la responsabilidad de su fichaje) aplique los derechos de devolución en los primeros quince días de uso y mande al argentino a su casa. El técnico blanquivioleta confundió la defensa con la inoperancia para convertir al conjunto pucelano en una marioneta sin hilos, a merced de un adversario que no descosió el marcador porque no quiso. Al fútbol se juega con balón, pero en el ecosistema de Cocca, por lo visto ayer, lo de menos es el cuero. No me imagino lo que le pasa por la cabeza para dibujar en su pizarra un simulacro semejante. Los porcentajes de posesión resultaron vergonzosos. En el primer tiempo, el Girona conectó 282 pases, por los 57 del Pucela. Poco más que añadir. Si no tienes el balón, lo único que puedes hacer es correr como pollo sin cabeza mientras el rival te sonroja.
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El fútbol moderno, además de otras idioteces, nos ha dejado una que ayer le costó un gol al Real Valladolid. Hablo del futbolista tumbado detrás de la barrera. Me gustaría ver las estadísticas que justifican semejante tontería. El Girona abrió el marcador porque Iván Sánchez, en posición horizontal, deshacía el fuera de juego en el remate de David López. ¿Lección aprendida? Viendo la involución del Pucela, es posible que en el próximo duelo se repita la estupidez. En el nuevo universo de Cocca falló hasta Hein, que se tragó dos de los tres tantos. Ahora entiendo la indignación de Catoira cuando se hablaba de que el cuadro castellano no tenía entrenador entre la salida de Pezzolano y la llegada del argentino. El interino ha demostrado en dos partidos mucho más que su antecesor en 17 y que el nuevo en 90 minutos. Espero que sean los rigores del debut, aunque a la vista del planteamiento y el retardo en los cambios, el desatino no parece un accidente.
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Hubo una jugada que retrata el plan de partido que diseñó Diego Cocca. El problema radica en que la jugada que voy a relatar llegó con 2-0 y el Girona disfrutando de un plácido entrenamiento ante un contrario sin argumentos ni capacidad para competir. A lo que iba. Progresa Torres por la izquierda. A unos treinta metros, nada más atravesar la divisoria, Marcos André. A su alrededor, siete futbolistas del Girona. El resto de los blanquivioletas fuera de plano, en su campo. Es la ambición que destiló el Pucela en Montilivi. Al técnico argentino se le han visto las costuras nada más pisar el banquillo. Mostró una notable incapacidad para interpretar el juego y convirtió al Real Valladolid en un guiñapo.
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El ridículo que firmó ayer el Real Valladolid en Gerona es el vivo retrato de la realidad que vive la entidad castellana. Ronaldo confiesa que tiene el boli en la mano para ejecutar la venta, Catoira vive en los mundos de Yupi, pensando más en los procesos que en las mejoras, y Diego Cocca ensancha la peor versión de Pezzolano. Rubio vuelve feliz al Promesas. No me extraña. El riojano ha cumplido con su misión. El club, de momento, no. Con este panorama, lo anormal es lo que ocurrió hace una semana contra el Valencia. Entonces, Zorrilla se ilusionó con un equipo que al menos compitió y mostró celo para sumar tres puntos. En Motilivi, el conjunto blanquivioleta no salió del vestuario. Tampoco su entrenador, que está muy verde. Cuando uno llega a un equipo hundido, lo mínimo es cambiar algo, no buscar el combate nulo. Así va a ser muy difícil recuperar el ánimo de una plantilla que necesita oxígeno, no cloroformo. En esta ocasión, el entrenador nuevo fue sinónimo de penurias pretéritas.
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