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1
Álvaro Rubio se asomó al banquillo con un once que entrega más mensaje que fútbol. El resultado fue el mismo que en ocasiones precedentes, pero ... con el marcador disparado a favor del contrario. El hombre de la casa tiró de las orejas a Catoira. El nuevo entrenador del Pucela apostó por la vieja guardia y solo tiró de Candela y Aidoo para dibujar un once con más solera que reconocimiento a los nuevos fichajes de Catoira y compañía. Poco que añadir. La goleada es el vivo retrato de la decadencia que vive la entidad castellana, sin patrón, sin plan, sin presidente, sin alma, sin espíritu competitivo, sin vergüenza torera, sin futbolistas que sean capaces de pisar el césped con orgullo, sin un plan de presente y menos de futuro, sin nada. El conjunto vacío. Si la solución reside en clavar el taco en San Mamés con cinco defensas y encajar siete goles, la temporada se nos va a hacer larguísima.
2
Ver a Candela a contrapié y a Lucas Rosa como propietario del lateral diestro del Ajax no es más que un perfecto retrato de la indigna tarea que ha completado la dirección deportiva del club en el último mercado de fichajes. Catoira mintió de nuevo. Candela y Rosa son como el agua y el vino. El brasileño aporta corazón, músculo, sentimiento, pasión y fútbol. El italiano se queda en un flequillo estiloso y una pose. Imagino que por ahí convencería a Catoira. Sangra el corazón al ver cómo el Pucela se descapitaliza con recambios que no tendrían sitio en Segunda, mientras se descompone con sonrojo en Primera. Lamentable. Por eso, cada semana la porra no estará enfocada en el signo del partido, sino en los goles que encajará un equipo que se ha convertido en una marioneta sin hilos.
3
Por la misma regla de tres, el lunes el club anunciará mañana a Catoira como primer entrenador hasta el final de temporada. El 0-4 resultó inadmisible para Bruno y Domingo, que sentaron a Cocca para expulsarle del club tras siete partidos. Así, con margen. Solo me encaja que hubiera un periodo de prueba y ambos entendieran que está todo perdido y es mejor ahorrarse el salario del argentino antes que dejarle que siga adelante. Si no, todo pertenece al teatro del absurdo. Corramos un tupido velo. Decía que, si aplicamos la misma vara, Rubio tendrá que volver al filial, porque no encajó cuatro, sino siete. Y pudieron ser once o doce si Hein no hubiera puesto el guante de por medio. El problema no reside en el banquillo.
El drama se asienta en la oficina, en el despacho de Catoira y en la mente de Mazziotti y Paulo André. Matt dimitió esta semana. Una pena, un gran tipo arrastrado por esta inercia demencial en la que ha sumido Ronaldo a un club histórico que sigue ensuciando el escudo en cada envite. El socavón es mucho más profundo que el nombre del técnico. El boquete va camino de devorar a una entidad que se encuentra completamente a la deriva. Aquí no hay méritos. Si Luis García es la solución para comandar la nave, es mejor que cerremos el quiosco.
4
El Real Valladolid es un trapo andante. Si estuviera al frente del club, me inventaría una campaña de marketing para eliminar el escudo de la camiseta y que este grupo de pseudo futbolistas, pseudo dirigentes y pseudo entrenadores arrastrasen un trampantojo a la espera de que llegue alguien con un poco de criterio para trabajar ya en el ascenso. El descenso lo doy por hecho. Es el momento de que Rubio no siga, de que llegue una nueva propiedad y que se haga cargo del equipo el entrenador en el que se confíe la reconquista. No hay otro camino. Si el Athletic, jugando a medio gas, te mete siete y el mejor es tu portero, no hace falta añadir mucho más. Un buen amigo y compañero, Manuel, me escribió y me dijo: «No sé qué vas a escribir hoy del Pucela, pero todo lo que escribas, me parece poco». Poco que añadir.
5
El Real Valladolid se ha convertido en un equipo enternecedor. La competencia ha desaparecido. Cualquier rival se convierte en el hermano mayor. El Pucela parece un equipo de Tercera disfrutando del premio de un concurso rándom que le permite jugar algunas semanas en Primera. Y como tal, con una inferioridad supina, solo espera que la goleada no sea escandalosa. La ternura también se ha trasladado a la grada.
La hinchada del Real Valladolid agotó las entradas para Bilbao en un puñado de minutos. Con 7-1 y a falta de dos minutos, uno de los aficionados del cuadro castellano en San Mamés, decidió largarse. Una mujer con la camiseta del Athletic le acarició la espalda mientras abandonaba su butaca. El resto de los fans tenía la mirada perdida. Les quedaban unos cuantos kilómetros de vuelta y mañana a currar. Solo por esa afición, la que ha batido el récord de abonados y ha atiborrado la lista de espera, solo por ellos, el club debería dar la cara, ofrecer explicaciones a este esperpento y arrojar un halo de esperanza para una masa social que sangra sin que nadie sea capaz de aplicar un mísero torniquete.
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