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1
Del mismo modo que un nueve de dos metros no te garantiza que cualquier balón que le ronde la testa termine en gol, un portero ... que firma 196 centímetros de estatura tampoco te asegura solidez, ni contundencia. A Masip se le caía el larguero encima, dicen los críticos. John casi toca el travesaño con la cabeza, pero no es precisamente un guardameta que genere confianza y otorgue estabilidad. Más bien todo lo contrario. El brasileño lleva los guantes untados de mantequilla. En este momento, el disparo de un alevín se convierte en un golpeo magistral de Messi. El público tampoco ayuda con el runrún y los pitos cuando el cuero ingresa en el buzón blanquivioleta. John va camino de convertir a Masip en un héroe.
2
La afición no aguanta al equipo. Es una realidad. La relación de pareja está rota. El desamor salta a la vista. El gesto más absurdo se convierte en una bronca. Tenía la esperanza que el acto de hermandad con la Federación de Peñas hubiera metido una grapa a la brecha, pero se ve que no. La hinchada vive con la guadaña en la butaca para rasgar gaznates al mínimo fallo. No es el camino, pero el conjunto blanquivioleta tampoco ayuda. Luis Pérez se encaró con la grada al descanso. El enemigo habita en casa. Pezzolano con sus planteamientos, la plantilla con el estado de shock y el antifútbol, los nervios. La dirección deportiva, los fans. Cada uno agarra la soga a la inversa y la cuerda está a un palmo de ahorcar al reo. Cedric apareció como un profeta.
3
Hubo un mensaje pululando durante todo el partido. 'Prohibido bajar los brazos', rezaban los leds. No es que el Real Valladolid baje los brazos, es que vive con la cabeza pegada al césped, sumido en una depresión que requiere un cambio radical para escapar del hoyo. Primero hay que deshacer el nudo y luego erguir el puño. El lenguaje corporal del Pucela es el de un equipo roto, sin fe, que no sabe a lo que juega ni consigue descifrar el mapa que dibuja Pezzolano en una pizarra hecha jirones. Del estado de ánimo mejor ni hablamos. El 1-0 puede ser una trampa si no sirve para seguir haciendo examen de conciencia.
4
La idea de Pezzolano para asomar la cabeza desde la trinchera arranca en la defensa. Por eso, una semana más, planteó un sistema con tres centrales. Hormigón antes que caravista. La realidad no convierte en carne las fichas de la pizarra. El Pucela sigue siendo un equipo vulnerable. El rival es lo de menos. El Cartagena, con más voluntad que brillo, dominó a ratos y no se adelantó porque el VAR disimuló la cantada de John. El cuadro castellano no se puede permitir estos esperpentos, sobre todo en Zorrilla. El técnico aguantó su idea una hora. Después, mutó a una línea de cuatro atrás. Colocó a André por Sylla y buscó profundidad con la gambeta de Moro, suplente otra vez. A falta de ocho minutos se atrevió con Cedric y dos puntas de verdad. El canterano le sacó los colores.
5
Cédric salió ayer del armario. Pezzolano le metió a la desesperada y el canterano le salvó el pellejo. Imagino que tomará nota el uruguayo. O no. Nunca se sabe. En este Real Valladolid todo es posible. El triunfo de ayer, sobre la bocina y a la salida de un córner, no debe esconder las múltiples carencias que exhibe el cuadro castellano. De entrada, el técnico se dio de bruces con la realidad. Los cinco defensas no apuntalan el muro. Más bien lo que provocan es el cortocircuito del centro del campo en adelante. Con el cambio de dibujo, el Pucela se acercó a las cualidades que debe reunir un candidato a algo. Ambición, desborde, profundidad y, por fin, gol. Esperemos que el triunfo aplaque la crispación.
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