Catoira o Benito y compañía SL

Me imagino a Domingo en el papel estelar de 'Manos a la obra', aquella mítica serie de televisión que narraba los esperpénticos chapús de Benito Lopera Perrote y su inseparable Manolo. Al director deportivo del Real Valladolid le falta aparecer en público apeándose de su cutrefurgo rotulada, las manos en los bolsillos y el mono lleno de pegotes de pintura. Palillo en la comisura de los labios y a su lado, Manolo. Cara de recién levantado. 'Lolailo, lailo, leiro, lolailo, lalá'. Póngale la melodía. Le visualizo encima de la escalera, destrozando una vivienda, con el dueño de uñas al ver cómo está colocando el retrete en el medio del salón, pero feliz y contento. Cantando con alivio. Como si hubiera rematado El Escorial en dos patadas. 'Joeee, macho'. Y así, de ridículo en ridículo, hasta el infinito o hasta que alguien en el club explique realmente por qué suceden estas cosas. Pero de verdad, sin enredos. Si es porque no hay capacidad económica, que alguien lo cuente bien. Si es por incompetencia, que alguien detenga la sangría. Recuerdo que al antecesor de Catoira le largaron en la víspera del inicio del campeonato. La entidad castellana no tiene grises. O se pasa o no llega. Es capaz de despedir a Pacheta con el equipo fuera del descenso y aguantar hasta el desfallecimiento a Pezzolano. Liquidar a Fran Sánchez en pleno apogeo del mercado y permitir que Catoira repita lo que hizo en el Espanyol. Es decir, cerrar una plantilla incompetente y descompensada para sobrevivir en Primera. Allí también se olvidó de un lateral. Es su sello.

La dirección deportiva es como Benito y compañía SL. En Valladolid suceden cosas extrañas. Las piezas nunca encajan. Cualquier operación es como escalar el Everest de rodillas. Mientras el Alavés despide por sorpresa a Luis García y a las dos horas tiene recambio, en el club castellano siguen sin encontrar sustituto para Pezzolano. Esto me hace pensar que tenían en mente dar continuidad al uruguayo a través de la justificación de una derrota prieta. Pero llegó el ridículo y el sonrojo les evitó continuar con el plan. Si no es así, es incomprensible que el club siga cincelando su papel de pagafantas en el mercado, recibiendo calabazas y con un casting sin sentido. Cada día que pasa, un clavo más se incrusta en el ataúd blanquivioleta. Con Álvaro Rubio al frente, el Pucela demostró en Ávila que necesita empezar de cero, que llegue alguien con autoridad y aire fresco. Mientras la indefinición continúe atropellando al Pucela, el único que seguirá feliz, ajeno a todo, será Catoira que, aunque tenga el equipo hecho jirones, proseguirá cantando encima de la escalera, con el mono lleno de pegotes de pintura y el urinario en medio del salón.