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1
El Pucela volvió a plantarse delante de los fogones con el mismo menú e idénticos ingredientes. La nada. Un caldo sin sustancia, un planteamiento vacío. La cuesta hasta diciembre se está convirtiendo en una tortura. No sé cuántas jornadas necesita Pezzolano para darse cuenta ... de que su equipo está gripado. Ya no vale pisar el césped con la única misión de aguantar el tipo y esperar a que la incompetencia del adversario te regale un puntito. El Pucela no crea, no juega, no ataca. Solo se defiende con angustia y agonía. Ante el Osasuna, el minuto 10 parecía el 90. El cuadro local volcado buscando el 1-0, desbocado en el ataque, y el conjunto blanquivioleta achicando balones sin mayor ambición que despejar al tejado y aguardar a que el crono le salve el pellejo. Demasiado pronto para practicar el antifútbol. La táctica es válida cuando enfrente se alista un adversario con mucha más calidad y llegas al desenlace con una mínima opción de arrancar algo. Al Osasuna le bastó con Oroz, Bryan y Budimir. Al Real Valladolid le sobró incompetencia y le faltó todo lo demás.
2
Si el fútbol entendiera de edades, el del Real Valladolid estaría asentado en la prehistoria. Es como un juego entre niños que empiezan a descubrir los colores en preescolar y adolescentes que apuran el Bachillerato. La variedad táctica no existe, no hay un plan de partido concreto. Las alineaciones se repiten y los guiones siguen desembocando en el mismo drama. No puede ser de otra forma cuando no eres capaz de disparar entre los tres palos durante 90 minutos. No hay más resultado que la derrota cuando el fútbol es previsible, cuando el único argumento es que Moro fabrique una genialidad y Sylla consiga cazar una mosca. El resto se convierte en un universo plomizo, un equipo lento, sin ideas, sin un futbolista que se convierta en el metrónomo, con las bandas superadas en ataque y en defensa. El Pucela ya no se presenta hecho jirones. Es un jirón en sí mismo. Y la excusa de que no hay más cera que la que arde ya no vale. Pezzolano tiene la obligación de buscarle las vueltas a su plantilla antes de que la inacción le devore y se vea en Segunda.
3
El Real Valladolid parece que juega con la espalda pegada a la pared. Nadie consigue darse la vuelta y crear. No hay un futbolista que agarre la pelota, se zafe de la marca, esquive el aliento en la nuca, mire de frente al rival y escriba la primera letra del párrafo ofensivo. El recurso siempre es el mismo, balón atrás, de aquella manera, y el marrón para otro. Mario Martín y Cömert no tienen capacidad para buscar algo más que no sea la destrucción. Se habla mucho del mercado de invierno y la carencia que tiene el Pucela en el lateral izquierdo. A la vista de los acontecimientos, el agujero reside en la medular. Juric sigue en el limbo. Monchu, ay Monchu. Nunca pensé que le fuéramos a echar tanto de menos. Al Madrid le pasa algo parecido con Kroos. Nadie consigue aplicar criterio y administrar la pelota de forma lógica. El cuadro vallisoletano se ahoga en su indigencia creativa.
4
El encuentro bajó el telón con una paradoja. Hein se incorporó al ataque para buscar el remate a la desesperada en el córner final. Era la última jugada. Al Pucela solo le faltaba eso, que su portero, el que le salva siempre del sonrojo, hubiera anotado el gol del empate. La vida a lomos de la prosa de Valle-Inclán. Poco que añadir. La vida comienza y termina en Hein. Que arranque en sus paradas resulta lógico, el resto solo es producto de las múltiples carencias que exhibe cada semana el Real Valladolid. Hace una semana, que si el Villarreal. Ahora, que si el Osasuna. Siempre hay excusas para justificar un complejo de inferioridad que ya no se sujeta. Porque lo mínimo es salir a incordiar, llegar antes que el contrario, no tener miedo con el balón en los pies y retar al rival de frente, no con la mirada gacha. El equipo de Pezzolano llegó siempre tarde. Perdió los duelos individuales, fue incapaz de frenar la evolución del juego del once navarro, apenas desbordó por las bandas, no envió centros aseados al área y no remató. Menos mal que Hein y la retaguardia no tuvieron mala tarde. Lo contrario habría sido el bochorno.
5
Si comparamos al Real Valladolid del debut liguero con el actual, la involución resulta grosera e insostenible. Pezzolano se ha enrocado en una idea que ni carbura ni funciona. Estrella la puerta en las narices de los futbolistas mejor pagados (me imagino que con razón en el caso de André, Machis y Kenedy) y sigue instalado en la inercia de planteamientos inocuos para cualquier rival, alineaciones sin filo ni argumentos. A Marcos André le ha durado el castigo media semana. ¿No sería mejor apostar por la cantera que seguir haciendo el ridículo con futbolistas a los que señalas y perdonas en un suspiro? En esta situación y con diciembre a millones de kilómetros de distancia, el técnico debe hacer autocrítica y bucear en su libreta para buscar algo más. A estas alturas, la depresión es ya incontrolable.
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