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Espero que Pezzolano y su equipo de trabajo tengan las calculadoras bajo llave. Incluso, espero que en el club hayan capado los servidores para que nadie tenga acceso a las páginas donde aparece la clasificación. Que el departamento de Comunicación guarde los periódicos en la ... caja fuerte y que nadie tenga la tentación de especular en función de la 'pole position' que ocupa el cuadro castellano en la parrilla. Siempre que el técnico ha condicionado su planteamiento a elementos externos, el desenlace no ha sido el adecuado. El mejor ejemplo es el choque ante el Espanyol. El Real Valladolid actuó con el freno de mano pulsado, sin el desparpajo que le ha llevado a finiquitar otros encuentros en diez minutos para guardar el equipaje en los ochenta restantes. Solo hubo un atisbo de ir a por todas cuando el rival se quedó con 10. No fue malo el punto, porque el Pucela ya divisa al resto desde la cima, pero en un epílogo tan prieto es mejor no depender de la impericia de terceros.
Ahora más que nunca, el Pucela debe apelar al estilo Topuria. Carácter ganador, determinación y confianza en uno mismo. Sin medias tintas. Son tres finales. Como si fuera un púgil que se juega el cinturón a tres asaltos. El conjunto blanquivioleta tiene plantilla y argumentos para no depender de nadie. Ir con todo a por el triunfo no implica desnudar tu retaguardia o entrar en riesgo de derrota. El error reside precisamente en lo contrario, en no pisar el verde con la autoridad que te concede tu liderazgo, tu presupuesto y la calidad de tus futbolistas.
Si al Real Valladolid le hubieran dado una carta en blanco al inicio del curso habría firmado, sin dudarlo, llegar a las tres últimas jornadas en la primera posición y con tres rivales por delante que habitan en la zona media-baja de la clasificación. El Éibar tiene mal recuerdo de Alcorcón. Un aprendizaje que debe servir para que Pezzolano no experimente. El ascenso es matemático con dos triunfos y un empate. Con menos tal vez también, pero el Pucela debe pensar en un pleno histórico que le permita cerrar el año con autoridad y sin el corazón en un puño mirando a otros campos. Sería la mejor reconciliación con una afición con la que el técnico se volvió a encarar el sábado y a la que lanzó alguna pedrada en la rueda de prensa posterior al duelo.
Entiendo a Pezzolano, aunque creo que se equivoca. Seguro que no es fácil convivir con una hinchada que pide tu dimisión incluso ganando. El insulto de los fans tampoco es de recibo y el club debería actuar contra los que atraviesen la línea roja. Se puede reclamar sin agredir verbalmente. Al final, los resultados le van dando la razón deportiva, pero todavía queda poner la guinda. Y sin guinda no hay pastel. El sentimiento de la grada hacia el uruguayo es recíproco. El míster tampoco soporta a los críticos. Por eso, cuando las victorias le han colocado en la cúspide, 'pasa' del sentimiento que pueda tener la afición y se centra en el club y sus empleados. En definitiva, un matrimonio de conveniencia que tiene tres semanas para reconciliarse a través de la felicidad colectiva que supondría el ascenso. Háganlo posible y terminen la película con un beso.
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