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Hace una pila de años hubo un programa en la tele que consistía en poner a prueba la convivencia de una docena de personas que no se conocían entre sí. Ganaba el que lograba enganchar a la audiencia y convencer al respetable con un comportamiento ... ejemplar o, al menos, ganarse al público con gracia y desparpajo. Eficacia vs brillo. Una especie de Gran Hermano a bordo de un autocar, convertido en una vivienda en miniatura. De hecho, el formato se llamaba 'El Bus'. El Real Valladolid ha optado por esta fórmula para asentar sus cimientos y dejar a todos boquiabiertos cuando el club publica el once inicial una hora antes de cada partido. Ahí desvela la identidad de los concursantes del día.
En Cartagena, el totum revolutum dio sus frutos con un Pucela en versión agente doble. Eficaz y consistente en el primer acto; timorato y con un tren de mercancías interminable delante de Masip, en la segunda entrega. En el bus blanquivioleta, Pezzolano aplica, en cierto modo, el concepto 'mystery' de aquel show televisivo. Los futbolistas se conocen, porque entrenan juntos, pero se asoman al once sin minutos o lo hacen en posiciones poco habituales, lo que fomenta que cada encuentro sea una pequeña aventura social, con un tumulto de estatus ilegible, en la que los protagonistas se afanan por conocer al vecino recién llegado y convencer al jurado. Los que eran imprescindibles ahora son actores secundarios y los que tenían las posaderas incandescentes de calentar banqueta, cosen titularidades a sus uniformes en este momento crucial de la temporada. Y todas estas maniobras, siempre emergen arropadas por un contexto de cambio inexplicable. El tiovivo suele recaer de forma sorpresiva sobre lo que mejor funciona, bien sea un futbolista o un sistema táctico.
He renunciado al fútbol de calidad desde hace muchos meses. Entiendo que el sufrimiento, la agonía y los sinsabores, tácticos y técnicos, son el peaje que tenemos que abonar para ver al cuadro castellano en Primera. Es único que cuenta. La fórmula del bus se sujetó en Cartagena gracias a la falta de puntería del conjunto local. Bienvenida sea. Lo que no tengo tan claro es que marcar un gol y echar el edredón al sistema represente la senda adecuada para sacar adelante el reto. Acumular futbolistas de perfil defensivo y acortar el dibujo puede ser eficaz si enfrente hay poco filo. En otro escenario, a poco que el rival tenga un delantero avispado, al bus se le revientan las ventanas y se le pinchan las ruedas.
Pezzolano construyó su fracaso en Primera sobre el conservadurismo. En Segunda, ya no es suficiente con el cero, porque de punto en punto, el ascenso directo sería una quimera. Lo que está claro es que el Pucela necesita más argumentos ofensivos y la ambición del aspirante real, no del equipo que se encomienda a que la flauta engarce una nota para luego colgarse del larguero. Es posible que el técnico uruguayo vuelva a confundir resultado con juego y repita once el sábado en Zorrilla. Más hormigón que fantasía. O no. Nunca se sabe quiénes se subirán al bus. La igualdad de la tabla no permite errores. Solo vale ganar. Y para llegar a la victoria, lo más lógico es ir a por ella, no esperar a que caiga por su propio peso.
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