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1
El Real Valladolid salió al césped con la misma ambición que cuando pisó el Bernabéu. Ninguna. La diferencia estuvo en el ritmo y la actitud del rival. El Madrid se lo tomó con calma y al cuadro castellano le bastó con el disimulo para llegar ... vivo al último tramo. En Montjuic la película fue completamente opuesta. El trampantojo se desmoronó con estrépito. El FC Barcelona se aplicó con fe en el achique y filo en el despliegue para convertir al Pucela en un guiñapo. La pelea se resolvió en veinte minutos. El Barça se fue al descanso con jaque mate (3-0). El resultado final es un bochorno. Los de Pezzolano no compitieron. Salieron derrotados desde el vestuario. Buscaron el minuto 90 antes de pelear los 89 anteriores y se olvidaron de sufrir para llegar con vida al desenlace. Todo lo contrario, afrontaron el duelo como el juvenil que hace de sparring para el primer equipo. La diferencia es que esto es Primera División y no vale con ponerte enfrente. A un club profesional se le exige mucho más que salir con el complejo y tratar de que los milagros lleguen por arte de magia. Sin tensión ni marcas, sin ambición ni orden, es imposible competir contra nadie. Y menos aún contra el Barcelona.
2
Lo va a pasar mal el Real Valladolid esta temporada. Los cantos de sirena del duelo contra el Espanyol se han convertido en una depresión tras los encuentros contra Madrid, Leganés y Barcelona. Es lógico que el Pucela caiga contra los grandes. Nada que objetar. Lo que es vergonzoso es que lo haga sin un plan, sin intención, con el único aliciente de que terminen los partidos con la derrota más corta posible. Pezzolano no aprendió la lección del Bernabéu, donde se topó contra un Real Madrid infame, y terminó goleado. Ayer repitió planteamiento. Todos atrás, ninguna salida y a esperar que el crono se desfonde. El Barça está mejor que el cuadro merengue y pasó lo que tenía que ocurrir con una propuesta así. Goleada contundente y la sensación de que el conjunto blanquivioleta ha emprendido una caída libre con difícil vuelta atrás.
3
Las Palmas enseñó el camino a seguir el jueves contra el Madrid. El Rayo hizo algo similar entre semana contra el Barcelona. Se puede competir contra un grande, aunque la diferencia entre las plantillas represente un abismo. El Pucela se disfrazó de fantasma en el Lluis Companys. Estuvo sin estar. Encefalograma plano para atacar y con una distancia entre líneas insalvable para buscar algo más que el pelotazo para volver a recibir la embestida y esperar el milagro. Estuvo impreciso y fallón hasta Hein, que había sido un baluarte en los tres partidos anteriores. Pezzolano confió de nuevo en Marcos André, que está en las antípodas de una versión aseada, y acotó la profundidad por las bandas con Moro e Ivi a contrapié. No hubo decoro táctico, ni técnico. Tampoco actitud ni ganas para evitar que el partido se convirtiera en una batalla entre juveniles (el Pucela) y un equipo profesional. La inferioridad blanquivioleta resultó vergonzosa.
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Bienvenidos al Real Valladolid 2024/2025. La sábana está en el suelo. Ya no hay discurso para explicar que aún queda tiempo para que el zoco eche la persiana. El mercado terminó. Esto es lo que hay y la plantilla no da para más. Cuatro puntos en cuatro partidos no es mal balance, pero las sensaciones y la realidad del vestuario resulta insuficiente para afrontar el reto con garantías. Perder contra el Barcelona entra dentro de la lógica. Lo que no es normal es ver a un equipo tan inferior como el Pucela. Lento, perdiendo todos los duelos individuales, mal en la salida de balón, peor en el achique del fuera de juego, lamentable en la coordinación colectiva, sin actitud en las marcas. Faltó una libreta para pedir autógrafos. Pezzolano tampoco estuvo a la altura porque volvió a plantear un partido para jugar a nada y terminó con un bofetón que le debe servir para encontrar de nuevo el punto a su equipo. Lamentablemente, el club plantea una temporada, de nuevo, para fiarlo todo a que el mercado de invierno salve los muebles.
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El cierre del mercado de verano ha descosido al Real Valladolid. La plantilla aparece más descompensada que en Segunda y solo queda rezar para que Pezzolano haga magia y encuentre un once compacto, comprometido y valiente para llegar a diciembre con una puntuación digna que le permita pelear por la salvación. Desde el triunfo ante el Espanyol, el Pucela se ha convertido en un equipo manso ante los grandes e incapaz ante los rivales directos (Leganés). Lo preocupante es que no ofrece variantes para mucho más. El curso acaba de comenzar, pero el complejo de inferioridad es aplastante.
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